La Virgen era muy bella y tenía una complexión corporal armónica y perfecta pero nunca le interesó vestir lujosamente. Por supuesto la elegancia natural y sobria, así como el aseo y la pulcritud son muy agradables a Dios. Pero el lujo y la vanidad de la ropa, tanto en mujeres como en hombres, le desagradan profundamente. (San Alfonso María de Ligorio llega a decir que una mujer fastuosamente vestida es cueva de todos los demonios)
La modestia en nuestros modales es también importante. Modestia en el tono de la voz, en nuestra risa. Modestia al caminar, en la postura de sentarse, modestia en la mirada sin buscar a su vez que otros nos miren. No sólo en público sino en privado porque Dios siempre nos ve y la modestia es una de las virtudes que más le agradan.
Rafael María Molina Sánchez
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