La cuaresma siempre se me ha hecho un tiempo especial en el que nos podemos dejar moldear por el Señor. Nuestro Dios maestro y artesano nos toma con mucha paciencia entre sus manos y nos va quitando todo lo que no es de Él. Y aunque a veces duele y cuesta, de a poco vamos tomando brillo. Se nos van cayendo las escamas de nuestro egoísmo y se va asomando su luz. Y así, cuando estamos listos Él puede llenar nuestra vasija con su agua de Vida, de vida que no se acaba para así llevársela a los demás.
Pero para llegar a esto debemos estar sin sobre exigirnos, sin auto castigarnos, que muchas veces es lo que nos sale mejor. Sino dejándonos hacer por el Dios artesano.
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