Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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martes, 19 de marzo de 2024

LO QUE HIZO SAN JOSE ANTE DE MORIR


Esto hizo San José antes de morir, según Don Bosco y San Francisco de Sales

Esto hizo San José antes de morir, según Don Bosco y San Francisco de Sales

 LA MUERTE DE SAN JOSE 

Este 19 de marzo se celebra la Solemnidad de San José. 

Según Don Bosco, el santo patriarca tuvo una experiencia mística inigualable antes de su muerte, donde Jesús y María le dijeron unas emotivas palabras. 

Asimismo, San Francisco de Sales relató lo que San José le habría dicho a Cristo antes de morir.

En el libro Vida de San José, Don Bosco narra los que habrían sido los últimos momentos del padre adoptivo de Jesús. El santo salesiano señala que San José 

“estaba llegando a los ochenta años”, cuando un ángel lo visitó para avisarle que moriría.

En su lecho de muerte, el santo custodio de la Sagrada Familia entró en éxtasis por 24 horas y “presenció en espíritu los dolores de la pasión del Salvador”. 

Al despertar tenía el rostro iluminado, como transfigurado, y había un agradable aroma.

Don Bosco luego describe cómo habría sido la despedida. “Y me parece que María decía: 

‘¡Oh José, cuánto te agradezco la dulce compañía que me has hecho, los buenos ejemplos que me has dado, el cuidado que has tenido de mí y de mis cosas y los dolores más penosos que has sufrido por mi causa! 

Oh, me dejas, pero vivirás siempre en mi recuerdo y en mi corazón’”.

Asimismo, Don Bosco indica que le parece que Jesús llamó a su padre adoptivo “José mío” 

y le explicó que Él también moriría. Después, el Señor le enfatizó a San José que ese momento de oscuridad sería breve y le pidió que fuera a anunciarles a Abraham, Isaac y otros grandes del Antiguo Testamento que esperaran sólo unos años. 

Posteriormente, Jesús le profetizó que vendría la resurrección, donde Él se alzaría lleno de triunfo. 

“Alégrate, querido guardián de mi vida, fuiste bueno y generoso conmigo, pero nadie puede ganarme con la gratitud”, habría dicho Cristo.

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Don Bosco no narra ninguna respuesta de San José, pero su santo patrono, San Francisco de Sales, sí expone las que serían sus últimas palabras. En su libro Tratado del Amor de Dios, el Doctor de la Iglesia afirma que San José se habría dirigido a Dios Padre con estas palabras: “¡Oh, Padre!, 

yo he cumplido el encargo que me habéis confiado”.

Luego, dirigiéndose a Cristo, dijo: “¡Hijo mío! 

Así como tu Padre celestial puso tu cuerpo entre mis manos, el día de tu venida al mundo, así en este día de mi partida de este mundo, pongo mi espíritu en las tuyas”.

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Continuando con el relato de Don Bosco, San José, antes de expirar, buscó levantarse con mucho esfuerzo para adorar al Salvador. 

Quería arrodillarse ante Jesús para pedirle perdón por su faltas, pero Cristo no lo dejó y lo abrazó.

“Así, apoyando su venerable cabeza sobre el pecho divino de Jesús, con los labios cerca de aquel corazón adorable, José expiró, dando a los hombres un último ejemplo de fe y humildad. 

Era el día diecinueve de marzo del año de Roma 777, el vigésimo quinto desde el nacimiento del Salvador”, 

(indica Don Bosco)

Después, Jesús y María lloraron ante el cuerpo de San José y el mismo Cristo lavó el cuerpo de su padre adoptivo, le cerró los ojos y cruzó sus manos en el pecho.


aviprensa

E.G

SIEMPRE, SAN JOSÉ

Con tu silencio como respuesta

y con tus pisadas, suaves y humildes,
nos muestras el camino de la fe.
Con tu silencio, obediente y puro,
hablas, más que con palabras, con tus propias obras.
¡Sí; José!
Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios
saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia
Tu caminar se convirtió en letra impresa
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.

¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde la bondad frente a tanto odio
Desde la fe ante las dudas que nos rodean
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde la responsabilidad
cuando caemos bajo el peso de nuestras fragilidades

¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En sueños que, mirando al cielo, se convierten 
en destellos divinos
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.

¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén



lunes, 18 de marzo de 2024

El que esté sin pecado, que tire la primera piedra



“A Dios nadie lo ha visto”, escribe San Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual “precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer” (Jn 1,18)... Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de la misericordia”, (2Co 1,3) nos permite “verlo” especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos. En efecto, revelado por El, el misterio de Dios “Padre de la misericordia” constituye, en el contexto de las actuales amenazas contra el hombre, como una llamada singular dirigida a la Iglesia.

 
En la presente Encíclica deseo acoger esta llamada; deseo recurrir al lenguaje eterno —y al mismo tiempo incomparable por su sencillez y profundidad— de la revelación y de la fe, para expresar precisamente con él una vez más, ante Dios y ante los hombres, las grandes preocupaciones de nuestro tiempo.
En efecto, la revelación y la fe nos enseñan no tanto a meditar en abstracto el misterio de Dios, como “Padre de la misericordia”, cuanto a recurrir a esta misma misericordia en el nombre de Cristo y en unión con El ¿No ha dicho quizá Cristo que nuestro Padre, que “ve en secreto”(Mt 6,4), espera, se diría que continuamente, que nosotros, recurriendo a El en toda necesidad, escrutemos cada vez más su misterio: el misterio del Padre y de su amor?

 
Deseo pues que estas consideraciones hagan más cercano a todos tal misterio y que sean al mismo tiempo una vibrante llamada de la Iglesia a la misericordia, de la que el hombre y el mundo contemporáneo tienen tanta necesidad. Y tienen necesidad, aunque con frecuencia no lo saben.

 

  San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Encíclica “Dives in misericordia”, §2 (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana rev.)evangelizo.org

sábado, 16 de marzo de 2024

Madre!

 

Madre, madre, oye mi plegaria,
madre de Dios,
escucha mi auxilio,
Virgen del Dolor.

La Cuaresma de mi vida
llena tu corazón,
de mis ingratitudes y vanidades
es el puñal de tu dolor.

Yo lleno de amargura
tu puro corazón,
eres siempre buena
y me das tu perdón.

Sábados de María

 


Hoy, sábado mariano, encomendemos nuestro día a su amor maternal. Ella es la Estrella de la Mañana, la que nos guía al Encuentro con el amado y nos ayuda en la dificultad. Santa María, ruega por nosotros.


PildorasdeFe

miércoles, 13 de marzo de 2024

Miércoles de San José

 


José, el carpintero de Nazareth, el esposo de María, el padre de Jesús, padre en la ternura:
Enséñanos a tener la fe y la confianza que tú tuviste.
Enséñanos tu justicia, tu capacidad para el bien y la bondad. 
 

domingo, 10 de marzo de 2024

PARA QUÉ TANTO, SEÑOR? (IV Cuaresma)

 
¿Por qué tanto empeño en salvarme, cuando a veces pienso que no estoy perdido?
¿Para qué tanta sangre, si –tal vez– no le doy valor?
¿Por qué una cruz, si seguimos sin mirar al cielo?
¿Por qué un corazón tan blando, cuando el nuestro es tan severo?
¿Para qué un estandarte de amor en Jesús, si nos vamos por lo placentero?
¿Por qué tanta generosidad, si encuentras cerrazón?
¿Para qué tu pan, si no lo saboreamos con fe?
¿Por qué tu vino, si frecuentemente no le damos valía?
¿Para que una pasión, si vivimos sin compasión?
¿Por qué un calvario, cuando preferimos la vida fácil?
¿Para qué subir a Jerusalén, si preferimos los felices valles?
¿Por qué Cristo en la cruz, si es mejor vida de luces y no de cruces?
¿Para qué alzar la mirada, cuando nos seduce la simple bondad de la tierra?
¿Por qué, Tu, oh Dios, te desprendes de lo que más quieres, si somos insensibles?
Muchas preguntas, Señor, para una única respuesta: por el gigantesco y descomunal amor con el que tú nos amas, Señor. ¿Hay mayor felicidad que esa?
 


“Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17)


[Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] Abre, hija mía, los ojos de tu inteligencia. Descubrirás a los ciegos y a los ignorantes, verás también a los imperfectos y a los perfectos, los que realmente me siguen. Experimentarás así el dolor por la perdición de los ignorantes y la alegría por la perfección de mis hijos amados. Descubrirás también cómo se comportan los que caminan en mi luz y cómo los que van en las tinieblas.
 
Pero antes quiero que mires el Puente que les he construido en mi Hijo único, que contemples su grandeza, que va del cielo a la tierra. La grandeza de la Divinidad está unida a la tierra de la humanidad de ustedes. Por eso te digo que va del cielo a la tierra, por la unión que hizo con el hombre. Eso fue necesario para reconstruir la vía que había sido rota y permitir atravesar la amargura del mundo, para llegar a la vida. Partiendo de la tierra no se podía realizar un puente de una talla suficiente como para pasar el río e incorporarse a la vida eterna. La tierra de la naturaleza humana era incapaz por sí misma, habiendo satisfecho al pecado, de destruir la mancha del pecado de Adán, que corrompió e infectó toda la raza humana. Era entonces necesario unirla a la grandeza de mi naturaleza - Deidad eterna- para que pudiera satisfacer a toda la raza humana. Era necesario que la naturaleza humana experimentara la pena y que la naturaleza divina, unida con la naturaleza humana, aceptase el sacrificio que mi Hijo me ofrecía, para destruir la muerte y rendirles la vida.
 
Así, la Grandeza se abajó hasta la tierra de la humanidad. Uniéndose a ella, edificó un puente y restableció la ruta. ¿Por qué de este modo? Para que realmente el hombre viniera a alegrarse con la naturaleza angélica. Pero para obtener la vida, no alcanza que mi Hijo haya devenido el puente: es necesario que ustedes pasen por ese puente.

  Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo. El don del Verbo encarnado VI, 22 (Le dialogue, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org

 

sábado, 9 de marzo de 2024

Sábado de María

 
 

Antes del operativo uno tiene que prepararse bien y una forma extraordinaria es pidiéndoselo a una buena Madre.

JovenesCatólicos

El sábado saludamos a María


 
Por piedad, oh abogada de los pecadores, no dejes de amparar mi alma en aflicción y en el combate espiritual que estoy atravesando en todo momento.
 
Nuestra Señora de los Dolores, cuando los dolores y los sufrimientos lleguen, no dejes que me desanime.


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