Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

sábado, 19 de octubre de 2013

Oración a María


Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María, Madre de Dios, toda llena de misericordia, hija del Rey supremo, Señora de los Ángeles, Madre de todos los creyentes: hoy y todos los días de mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi alma, mis acciones, pensamientos, intenciones, deseos, palabras, obras; mi vida entera y el fin de mi vida; para que por tu intercesión todo vaya enderezado a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, y tú seas para mi, oh Santísima Señora mía, consuelo y ayuda contra las asechanzas y lazos del dragón y de todos mis enemigos.

Dígnate alcanzarme de tu amable Hijo y Señor nuestro Jesucristo, gracias para resistir con vigor a las tentaciones del mundo, demonio y carne, y mantener el firme propósito de nunca más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y en el de tu Hijo. 
También te ruego, oh Santísima Señora mía, que me alcances verdadera obediencia y verdadera humildad de corazón, para que me reconozca sinceramente por miserable y frágil pecador, impotente no sólo para practicar una obra buena, sino aun para rechazar los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de mi Creador y sin el socorro de tus santas preces. 
Consígueme también, dulcísima Señora mía, castidad perpetua de alma y cuerpo, para que con puro corazón y cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo. Concédeme pobreza voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad de espíritu para sobrellevar los trabajos de mi Religión y ocuparme en la salvación propia y de mis prójimos. 
Alcánzame, dulcísima Señora, caridad verdadera con la cual ame de todo corazón a tu Hijo Sacratísimo y Señor nuestro Jesucristo, y después de Él a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y para Dios: para que así me alegre con su bien y me contriste con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue temerariamente, ni me anteponga a nadie en mi estima propia. 
Haz, oh Reina del cielo, que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo dulcísimo, que le dé continuas gracias por los grandes beneficios que me ha concedido no por mis méritos, sino movido por su propia voluntad, y que haga pura y sincera confesión y verdadera penitencia por mis pecados, hasta alcanzar perdón y misericordia.

Finalmente te ruego que en el último momento de mi vida, tú, única madre mía, puerta del cielo y abogada de los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me desvíe de la santa fe católica, antes usando de tu gran piedad y misericordia me socorras y me defiendas de los malos espíritus, para que, lleno de esperanza en la bendita y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu intercesión, consiga de él por tu medio el perdón de mis pecados, y al morir en tu amor y en el amor de tu Hijo, me encamines por el sendero de la salvación y salud eterna.
 Amén.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274) Doctor de la Iglesia
UN MINUTO CON MARIA
www.mariedenazareth.org

sábado, 12 de octubre de 2013

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR


Se celebra el 12 de Octubre, día de la Hispanidad. Rezamos en el himno de Laudes de esta fiesta: "Santa María del Pilar, escucha nuestra plegaria, al celebrar tu fiesta, Madre de Dios y Madre de los hombres, Reina y Señora. Tú, la alegría y el honor del pueblo, eres dulzura y esperanza nuestra: desde tu trono, miras, guardas, velas, Madre de España. Árbol de vida, que nos diste a Cristo, fruto bendito de tu seno virgen, ven con nosotros hasta que lleguemos, contigo al puerto".
 
Y el himno de Vísperas resume los anhelos que todos los cristianos españoles y de todo el mundo, que hoy celebran la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, debieran procurar vivir a lo largo de toda su vida:

"Esa columna, sobre la que posa, leve sus plantas tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía, de peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todas te llaman bienaventurada, la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos, bajo tu amparo".

Lo cierto es que desde muy antiguo se la venera a la Virgen María del Pilar en este lugar de Zaragoza (España) y que desde muy antiguo también se levantó en su honor una sencilla capilla que con el tiempo fue dando lugar al suntuoso templo mariano donde hoy recibe visitas de todos los cristianos venidos de todas partes del mundo. Y no hay duda de que es el Templo de la raza, el que marca los hitos por los que se mueve la fe en España y en los pueblos que de los españoles recibieron la fe de Jesucristo y el amor hacia su Madre.

La Virgen María, allá por el año cuarenta, cuando todavía vivía en carne mortal, al despedirse el Apóstol Santiago a predicar la fe de Jesucristo, le prometió la Virgen que en aquel lugar donde más se convirtieran a su Hijo se le manifestaría ella. Al llegar a las riberas del Ebro en Cesaraugusta -la actual Zaragoza- "se convirtieron siete hombres para la fe de Cristo". La Virgen María cumplió su promesa y se le apareció trayendo una columna y rogándole que edificaran una capilla donde fuera adorado su Hijo Jesucristo por todos los siglos y le prometió "milagros admirables sobre todos los que imploren, en sus necesidades, mi auxilio. Este pilar quedará aquí hasta el fin de los tiempos, para que nunca le falten adoradores a Jesucristo".

La Sagrada Escritura habla de la columna que guiaba al pueblo de Dios durante el destierro hacia la tierra prometida. Esa columna debe ser para nosotros este Pilar de Zaragoza, que ha recibido a través de los siglos, la fe de nuestros padres y que ha amparado a cuantos a ella, a María, se han dirigido...seguir leyendo aquí


jueves, 10 de octubre de 2013

Auméntanos la fe



Para que disminuya nuestro egoísmo y crezca nuestra disponibilidad.

Para que se agigante nuestra confianza y se achique nuestra incredulidad.

Para que suba el termómetro de nuestra oración y se debilite nuestro olvido de Ti.



Auméntanos la fe.


Para que la esperemos como un regalo y no como algo viejo y caduco.

Para que la vivamos con entusiasmo y no como lección aprendida.

Para que se robustezca nuestro interior y desaparezca nuestro orgullo.



Auméntanos la fe.


Porque queremos ser tus testigos.



Porque tememos perderte.



Porque a nuestro lado surgen dificultades.



Porque no siempre vemos todo claro.



Porque seguirte es exigente.



Porque amarte es negarnos a nosotros mismos.



Porque queremos verte, sin necesidad de verte.



Porque queremos que nos ilumines para no perderte.




Auméntanos la fe.


Y, si ves que aumentamos en otras cosas, haz, Señor, que Tú seas más importante que la suma de todas ellas juntas.

Amén.


P. Javier Leoz
celebrandolavida.org

miércoles, 9 de octubre de 2013

La confianza en Dios.

Mensaje de confianza

Simplemente quiero dirigirme a las almas inquietas, que se encuentran con tanta frecuencia. Les mostraré, con el Evangelio en la mano, la inconsistencia de sus temores. Ni la gravedad de sus faltas, ni la multiplicidad de sus recaídas, ni sus tentaciones las deben abatir. Muy por el contrario, cuanto más sientan el peso de la propia miseria, tanto más deben apoyarse en Dios. ¡No pierdan la confianza! Sea cual fuere el horror de su estado, aunque hayan llevado durante mucho tiempo una vida desarreglada, con el socorro de la gracia podrán convertirse y elevarse a una alta perfección. 
 (De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent) 

Comentario: 

Hay que avisarles a los pecadores que a Dios lo hiere más la desconfianza del alma, que el mismo pecado. Porque eso nos pasa a todos, que a veces creemos, o mejor dicho el diablo nos hace creer, que Dios no nos perdona porque hemos cometido, o seguimos cometiendo, pecados muy graves, imperdonables.
Pero ya Jesús Misericordioso le confiesa a Santa Faustina Kowalska que lo que más hiere su Corazón divino es la desconfianza del alma, es decir, que no se crea en Su Bondad infinita.
Muchas personas creen en Dios, y saben que es Justo; pero les cuesta creer que Él es la misma Bondad. También los demonios creen de este modo, pues saben que Dios es justo, pero no creen en que Él es Bueno.
¡Qué lejos estamos de conocer realmente a Dios!
¿Y todas las desgracias y males que sufrimos en nosotros mismos, las injusticias que tal vez padecemos en la familia o en el mundo, y todo el mal que hay en la vida? Si Dios es bueno, ¿por qué permite todo ese mal?
Hay que saber que el demonio existe, y es el causante de todo el mal que hay en el mundo. Dios no ha querido coartar su libertad, porque es un don que le dio a los ángeles y luego los que se convirtieron en rebeldes, en demonios, siguen teniendo esa libertad que Dios les concedió.
Pero tenemos que saber que si Dios les permite actuar a los diablos, es porque Él, con todo su poder, puede sacar el bien, de todo el mal que hacen los espíritus de las tinieblas.
Así como de un cuerpo en descomposición, se genera la vida y sirve como abono a la tierra; así también Dios, con su Omnipotencia sabe hacer que los demonios, seres en perenne descomposición espiritual, con su actuar malvado, no hagan otra cosa que servir a los planes de Dios.
Pero debemos rezar mucho para que Dios nos cuide y no permita que el demonio nos venza en la prueba. Tenemos que recordar el libro de Job en la Biblia, y saber que si Dios permite algún mal en nuestra vida, es por amor, porque Dios todo lo que hace o permite, es siempre, siempre, siempre, por amor.
Si confiamos de esta manera en Dios, entonces seremos como ese hombre que mueve montañas por su gran fe y confianza en el Señor.
 

martes, 8 de octubre de 2013

A veces…



A veces pensamos que los obstáculos son inevitables... Es que somos propensos a compadecernos y en lugar de revestirnos de renovados bríos, nos dejamos arrastrar por los vientos existenciales.

Nos da pereza oponer resistencia;para algunos es preferible seguir al rebaño, aunque se dirija al despeñadero, que intentar cambiar.

Nos falta combatividad e iniciativa...Siempre andamos diciendo cuán dura es la vida. Si consideramos que la vida es dura, es preferible que en lugar de quejarnos, nos preparemos para hacerle frente.

Siempre aspiramos a que sean los otros los que cambien primero.
Miramos la vida con lentes oscuros y por esa razón sólo vemos lo negativo y nos dejamos negativizar por el qué dirán.

Es hora de modificar nuestra actitud,de quitarnos esos lentes oscuros y tirarlos a la basura, de restarle importancia a la opinión ajena.

Es tiempo de mirar la existencia con los ojos del corazón; si lo logramos, veremos lo magnífica que es la vida, que todo puede ser posible si en realidad nos lo proponemos, que no existe el "no puedo", sino tal vez el "no quiero".

Veremos que las adversidades son sólo oportunidades para cultivar, desarrollar y aprovechar nuestros recursos internos.

El crecimiento consiste en enriquecernos espiritualmente, en ampliar los aposentos anímicos, en abrirnos al infinito, en llenarnos de la energía necesaria para alcanzar la plenitud.

Para crecer es preciso equilibrarnos; si carecemos del suficiente alimento nos atrofiaremos;si contamos con abundante alimento nos hipertrofiaremos; en ambos casos, nuestro organismo colapsa y por tal motivo nos estancaremos.

Dicen, que ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre.
Pon una sonrisa en tus labios, una sonrisa cálida y honesta porque ella es una clara manifestación de salud mental, emocional y espiritual.

Y la salud siempre indica armonía, balance, equilibrio.

lunes, 7 de octubre de 2013

EL SANTO ROSARIO, UN TESORO PARA RECUPERAR



El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización».
El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del Rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.





«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, 
vínculo de amor que nos une a los Ángeles, 
torre de salvación contra los asaltos del infierno, 
puerto seguro en el común naufragio, 
no te dejaremos jamás. 
Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. 
Para Ti el último beso de la vida que se apaga. 
Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,
oh Reina del Rosario de Pompeya, 
oh Madre nuestra querida,
oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana consoladora de los tristes. 
Que seas bendita por doquier, 
hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo». 
  





domingo, 6 de octubre de 2013

¡Déjate sorprender por el poder de la Santísima Virgen y la Eucaristía!



Educado desde la más temprana infancia por su madre para continuar liderando la iglesia evangélica de su ciudad (Vigia, estado de Paraná, Brasil), Sideneh Veiga alcanzó una capacidad expresiva y magnetismo sobre sus feligreses, que le abrió las puertas de radios y canales de televisión.

¿La Iglesia católica? “era para mí entonces la gran ramera de Babilonia que debía denunciar”; y fue tan efectiva su cizaña, como estremecedor lo que pronto viviría, que aún le duele haber arreado –dice- con algunos católicos hacia su iglesia, cuando gastaba suelas por sectores pobres de la ciudad, animando a jóvenes a salir de la droga.

Hijo, ahí tienes a tu madre.


No es extraño lo que Sideneh cuenta. De acuerdo con los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en 2010 había 123,3 millones de brasileños que se declaraban católicos, lo que supone un 1,3 % menos que en el 2000. Por el contrario, el número de fieles de las iglesias evangélicas pasó de 26,2 millones en 2000 a 42,3 millones en 2010.
Vivir en constante misión para captar adeptos explica en parte esa realidad. Por ello Sideneh viajó también como misionero a la ciudad de Caucaia. Agotado por el viaje y sin dinero -pues había decidido vivir esta experiencia tal cual salían a predicar los primeros apóstoles-, se recostó a descansar debajo de un árbol, mientras esperaba que pasara algún auto que lo acercase hasta la casa donde se hospedaría. “La desazón me inundó –señala- y comencé a hacerme muchos cuestionamientos pensando: «Dios mío, ¿por qué tus hijos tienen que sufrir tanto?, desde mi infancia te he glorificado y viajo hasta aquí para hacer un trabajo justo con niños y jóvenes delincuentes. Ahora, estoy aquí con hambre, sueño y sin dinero»”.
En esas estaba cuando sintió un ruido a su lado y levantando su cabeza a un par de metros vio a una mujer… “Era de cabellos largos, con una ropa blanca, difícil de describirla y me preguntó si tenía hambre. Le respondí con un tímido «Si»; ella se aproximó y me colocó algo en mi mano derecha, sin decirme nada. Cuando miré, vi que era un billete de 50 reales. Al ver esto, me caí de rodillas llorando. No me percaté cómo ni el momento en que esta mujer desapareció”.
Impactado y aún con lágrimas en los ojos, se incorporó justo en el instante que un automóvil se detenía a su lado. Aún conmocionado y junto con agradecer al conductor le contó lo sucedido. “Ese hombre al escucharme se emocionó, dijo que era católico y guardó silencio. Hoy sé que él sabía quién era aquella persona. Cuando llegué a destino le conté a mis amigos pastores lo ocurrido, pero ellos solamente dijeron que se trataría de un ángel, sin darle mayor importancia”.
Un 16 de diciembre cae de rodillas
Dos años habían transcurrido desde aquel suceso, era un 15 de diciembre, estaba de visita donde sus suegros y continuaba con el recuerdo vivo. Esa noche en sus sueños, dice, le visitó la misma mujer que le regaló los 50 reales… “Me habló y dijo: «Yo te escogí, no temas. Lucharás, pero tendrás victoria». Me desperté, miré el reloj y eran las 3 de la madrugada. Desde ese momento no pude dormir. Me quedé de rodillas orando hasta las 6, pidiendo discernimiento”.
Ninguna de sus creencias, ni hermanos en la fe lograban tranquilizar o explicar el impacto que dejara en su alma aquella aparición en sueños. Necesitaba respuestas e intuitivamente sus piernas le llevaron hasta una capilla católica cercana. “Me escandalicé al comienzo viendo que cerca del altar había un objeto dorado, semejante a un cáliz y unas pocas señoras de rodillas: ¡era el Santísimo Sacramento! Al verlas rezar pensé: «Dios me trajiste aquí para ver esta escena ridícula ¡le llamaban Dios a un objeto que se parece a una olla!, ¿Por qué?». Incómodo me acerqué unos pasos y estando a dos metros de distancia, mis piernas se trabaron. Las lágrimas comenzaron a brotar sin control de mis ojos y sentí que una mano me empujaba la nuca. Caí de bruces frente al Santísimo y no paré de darle gloria a Dios. Aquel 16 de diciembre de 1998 marcaría mi ingreso y fidelidad a la Iglesia Católica… por absoluta gracia”.
Sideneh se dejó acompañar espiritualmente desde los primeros días por el sacerdote Claudio de Sousa con quien afirma, pudo resolver todas sus dudas. Recuerda como anécdota que un domingo después de la eucaristía, “un matrimonio me pidió que rezara con ellos, pues estaban pasando por un momento delicado, se querían separar. Oramos tomados de la mano en una habitación, fue un momento muy emotivo. Cuando finalizamos, ellos se abrazaron, lloraron y se comprometieron a seguir juntos. Ya marchándome, el marido se me acercó dejándome helado cuando me pidió que le agradeciera también a la mujer que nos había acompañado mientras rezaban. «¡Pero si la única mujer presente era tu esposa» le dije. El me volvió a insistir… y de pronto me acordé de mi sueño. Le consulté cuáles eran las características de aquella mujer que oraba y me detalló lo mismo que había visto, sin comprender, en ocasiones anteriores. 

Era María, Nuestra Señora que camina conmigo para todos lados”.

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