Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

viernes, 30 de abril de 2010

Heridas que ahogan el alma



No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso.


Los golpes de la vida dejan heridas. Algunas, gracias a Dios, cicatrizan con cierta velocidad. Otras tardan en cerrarse. Otras siguen abiertas por semanas, meses, incluso años.

Las heridas del corazón tienen un comportamiento parecido. Una ofensa, una traición, un desengaño, un fracaso, pueden hacernos daño durante un tiempo breve, pero sin dejar grandes huellas en la propia vida. Otras veces tardan más tiempo, pero al final cicatrizan. Pero existen heridas del alma que sangran durante un tiempo largo, muy largo, casi asfixiante.

Esas heridas ahogan el corazón y lo sumergen en depresiones intensas, en miedos que aturden, en odios que destruyen, en sospechas hacia todos y hacia todo, en desesperanza, en agonía interior.

Es casi imposible evitar los malos momentos, los golpes fuertes en el camino de la vida. Pero es importante saber afrontarlos con un corazón sano y con un realismo sereno. Sobre todo, con la esperanza puesta en Dios.

En el mundo no todos son buenos, pero tampoco todos son malos. No todas mis decisiones llevan a buenos resultados, pero no todas están condenadas al fracaso. Entre mis amigos no todos son fieles y sinceros, pero gracias a Dios no son todos traidores y miserables.


Las heridas forman parte de la vida, constituyen un ingrediente inevitable entre quienes emprenden un camino. A veces, porque uno mismo es torpe y no supo prever dónde estaba el peligro. Otras veces, porque los otros, con o sin culpa, obstruyen nuestra vida, provocan heridas en el cuerpo o en el alma, cortan nuestros mejores sueños o también (gracias a Dios) impiden que llevemos a cabo planes absurdos.

No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo entre mis manos mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso. Hay ojos y corazones amigos que piden, que suplican, que me levante de mi pena, que deje mis angustias, que supera ofensas, que pida perdón a Dios y a quien he dañado de algún modo, que ponga en marcha mi inteligencia y mi voluntad para conquistar metas buenas.

Hoy es un día en el que mi corazón puede recibir una terapia profunda, intensa, desde las manos de un Dios que no dejará nunca de amarme, porque soy obra de sus manos. Basta simplemente que le dé permiso para que limpie, para que cosa, para que le deje hablar en lo más íntimo del alma, para que consuele mi dolor, para que perdone mi pecado, y para que me lleve, suavemente, a perdonar a todo aquel que me haya provocado alguna herida en este camino misterioso del existir humano.

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

jueves, 29 de abril de 2010

¡Católico, despierta!

¡Católico, despierta! Decidimos abrirle la puerta al pecado, y el pecado comenzó a apoderarse de nosotros a pasos agigantados

Basta comprar (o robar, que ya hoy en día, casi da igual), cualquier periódico y abrirlo en cualquier sección para ver tristes y malas noticias: si lo abres en "Seguridad" encontrarás que hubo N cantidad de levantados, de homicidios o de robos. Si lo abres en "Deportes" encontrarás mil casos de deportistas que han abusado sexualmente de mujeres, encontrarás que hubo árbitros que arreglaron partidos por unos cuantos (miles) de dólares. Si lo abres en "Gente" encontrarás que Elton John dijo que Jesús "probablemente fue homosexual", que Ricky Martin se declaró homosexual abiertamente, que a no sé quién, Hacienda lo está investigando por evasión fiscal ilegal. Y así podríamos seguir con cualquier sección.


Y eso es sólo el periódico...pero podríamos seguir (casi) con cada aspecto de la vida y tristemente encontraremos sólo lo mismo y lo mismo: inseguridad, desempleo, abusos, intolerancia, desprecio, intransigencia...


De manera que todos, absolutamente todos, vemos los grandes problemas que aquejan a nuestro mundo (o al menos a nuestro país), y buscamos muchísimas respuestas: es culpa de tal o cual cártel, es culpa de que ganó el candidato de tal partido, es que el presidente no hace nada, es que todos están corrompidos.


Pero no, yo estoy seguro de que el problema no es la corrupción, ni el problema es que haya cárteles, ni el problema es nada de eso... Todo esto son sólo consecuencias de un único problema: el pecado. Todo lo malo que vemos hoy en día no es el "problema", sino consecuencias naturales del verdadero problema: San Pablo ya lo señalaba con magistral atino: "el salario del pecado es la muerte" (Rm 6, 23).


Sí, estoy seguro de que el problema es el siguiente: decidimos abrirle la puerta al pecado, y el pecado comenzó a apoderarse de nosotros a pasos agigantados (quisiera decir "poco a poco"... pero la verdad es que sería mentir). Y así, el pecado ennegreció el alma de los gobernantes (y lo que es peor, los aspirantes a gobernantes) para que sólo vieran por su propio interés y no por el utópico "bien común"; se adueñó del corazón de los policías y demás fuerzas castrenses para que vendieran sus "servicios" al mejor postor; el pecado se apoderó del corazón del muchacho que cada fin de semana se ahoga en el alcohol; se adueñó de la vida de la muchacha que por unos cuantos tragos gratis, ahí anda entregándole su cuerpo al espléndido chavo que patrocinó esos tragos; se apoderó del homosexual que no busca agradar a Dios sino satisfacer sus propios impulsos; se apoderó del patrón que explota horas extras (y con salarios ínfimos) a sus trabajadores con tal de ganar unos cuantos pesos más; y a la inversa, se apoderó el pecado, del trabajador que en sus horas de trabajo prefiere estar vagando en Internet haciendo de todo menos su trabajo; el pecado corrompió el alma de la madre de familia que olvida a esta última para irse toda la tarde con sus amigas a jugar bingo, a calumniar al resto de las vecinas, a gastar una buena cantidad de dinero en las famosas maquinitas.


La lista creo que es poco menos que interminable, pero en el fondo es una única razón: el pecado ha corrompido nuestra alma. De manera que, francamente hablando, nos encontramos "nadando en nuestra propia miseria", y lo que es peor, disfrutando de nadar ahí. Porque hoy por hoy, todos estamos consternados y preocupados por la situación que acontece, sin embargo, todos vivimos de lo lindo corrompidos por el pecado, por nuestro pecado.


Increíble, el pecado nos está comiendo y nosotros estamos dormidos en nuestros laureles, completamente aletargados. ¿Qué se puede hacer, entonces? La solución no está en dejar de salir a alguna fiesta porque "va a haber balacera", ni en ir a la marcha por la paz convocada por fulano de tal, la solución no está en crear un grupo de facebook que se llame algo así como "a que junto no sé cuántos miles que quieren que haya paz en México"... es más, la solución ni siquiera está en escribir esta pobre nota.


La única solución está en volvernos a Dios, en regresar, como el hijo pródigo, a la Casa Paterna. Regresar a Dios, anonadados, sabiendo que pecamos, sabiendo que decidimos apartarnos de Su Plan y entregarle nuestra vida. Escuché de algún buen amigo que la solución es "consagrar nuestro corazón a Jesús". Sí, ésa es la solución: cerrar la puerta al pecado y abrírsela a la Gracia Santificante de Jesucristo. La única solución está en las palabras del profeta Isaías: "preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos". Debemos enderezar nuestros caminos, nuestros senderos, para así, poderlos caminar de la Mano de Jesús.


Éste es el tiempo de volvernos a Dios: hoy, cuando todo parece ir velozmente hacia el desfiladero, es el momento exacto para regresar a Él, para dejar nuestro pecado y ser personas nuevas, revestirnos de santidad. Estoy seguro que hoy es el momento, hoy que parece estar perdido, porque San Pablo dijo claramente que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia"(Rm 5, 20). Hoy que abunda el pecado, es momento de abrirle la puerta a la Gracia de Dios.


¡Católico, despierta! Este tiempo es el ideal para llenar Iglesias, para hablar de Dios en la oficina, en la escuela, en las fiestas, hoy es el tiempo de hacer oración, de llenar los Templos, de confesarnos, de comulgar, de pedir que María nos cubra con su manto. Hoy más que nunca es el tiempo de defender a nuestra Iglesia, tan atacada y embestida por tantos y tantos medios y de tan tristes maneras.


Hoy es el día de despertar, católico. Somos parte de la Iglesia fundada por Cristo, aquella a la que Jesús le hizo la promesa de que "los poderes del infierno no podrán contra ella" (Mt 16, 18). Tenemos la lucha ganada, Jesús ya la ganó por nosotros, ahora a nosotros sólo nos toca dejar que Jesús se manifieste en nuestra vida.


Regresa a la Iglesia, regresa a Casa, que Dios Padre te está esperando...

Autor: Andrés Caro | Fuente: neocruzadas.blogspot.com

martes, 27 de abril de 2010

Lo que más necesita el alma



Lo que necesita sólo puede venir desde quien nos ha hecho por amor, desde quien espera, más allá de nuestras miserias, que volvamos a sus brazos.


Necesitamos medicinas para curar el dolor de garganta o una infección intestinal. Las medicinas actúan y a veces funcionan en el cuerpo, pero no llegan a sanar las penas del alma.

Necesitamos casas bien construidas y seguras, que nos defiendan del frío y permitan una vida confortable. Pero la mejor casa del mundo es incapaz de arrancar depresiones, angustias y lágrimas que surgen en los corazones.

Necesitamos campesinos y vendedores que permitan la llegada de comida a los hogares. Pero por más que comamos y bebamos no podremos alargar eternamente nuestra estancia en esta Tierra.

Necesitamos momentos de descanso, ratos de sueño, deportes sanos con los amigos. Pero las heridas que dejan egoísmos y pecados siguen allí, y esperan esa decisión valiente que nos aparte del mal y nos lleve hacia lo bueno.

Necesitamos justicia y gobiernos eficaces y verdaderos, que defiendan nuestros bienes y nuestra fama, que castiguen a los culpables, que construyan sociedades más vivibles. Pero ningún político, ningún juez, puede determinar cómo será nuestra vida tras la muerte.

Por eso, lo que más necesita el alma sólo puede venir desde quien ha dado soplo a nuestro barro, desde quien nos ha hecho por cariño, desde quien espera, más allá de nuestras miserias, que volvamos a sus brazos.

Sólo Dios puede llegar a esas necesidades que llevamos en lo más dentro del alma. Sólo Dios puede, al llevarnos al sacramento de la confesión, perdonar nuestros pecados e introducirnos en el mundo de la misericordia. Sólo Dios puede bendecir matrimonios y familias, para que haya armonía entre los corazones y un amor sincero que una a los que viven bajo el mismo techo.

No podemos vivir, es verdad, sin médicos ni campesinos, sin gobernantes buenos ni ingenieros. Pero nuestra existencia es mucho más grande que las casas, y nuestros corazones buscan continuamente amores que inician en el tiempo y que nos abren a lo eterno.

Por eso, junto a tantos profesionales que hacen posible una vida más o menos aceptable, necesitamos santos en todas las profesiones y en todas las familias, que nos hablen de Dios y de Su Amor eterno.

Esos santos serán quienes nos indiquen dónde se encuentra la felicidad verdadera, dónde podremos recibir fuerzas para el perdón y la esperanza, dónde anclaremos un día, para siempre, la nave de nuestras almas frágiles y enamoradas.

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

domingo, 25 de abril de 2010

Padres sin fronteras. Primero la familia.

* 17 Principales fronteras que los padres tienen que traspasar para educar a los hijos y poner primero a su familia.

Hay médicos sin fronteras, periodistas sin fronteras, misioneros sin fronteras, emigrantes sin fronteras, abogados sin fronteras, discapacitados sin fronteras, libros sin fronteras, sabores sin fronteras, paz sin fronteras, solidaridad sin fronteras, etc. Los padres no tienen que tener miedo ni a las fronteras, ni a las barreras, ni a los obstáculos, ni a nada de lo que siendo moralmente bueno, les pudiera impedir educar a sus hijos y poner a su familia como primer objetivo, por encima de todo.

Dicen los astronautas, que es maravilloso ver la tierra y no distinguir las fronteras que han hecho, los hombres contra los hombres. Lo mismo sucede a algunas personas, que se han educado muy bien en esta vida y que saben y pueden pasar todas las fronteras, que les ponen por delante.

Su propia persona y la sociedad van a poner a los padres una serie de fronteras naturales, legales o ilegales, relacionadas con el tiempo y el espacio geográfico, que en principio les van a impedir o dificultar educar bien a sus hijos y poner primero a su familia. Pero los padres tienen que estar dispuestos, a estudiar bien esas fronteras y hacer un plan para traspasarlas, cuando les impidan cumplir la misión que tienen establecida en esta vida.

Es tema para otro artículo, si son justas o injustas, legales o ilegales, las fronteras físicas, económicas, religiosas, políticas y sociales, aplicadas a la obligación de los padres, para la educación de sus hijos y al poner primero a su familia. De la misma manera que la dedicación de los padres con sus hijos y familia no tiene limites, no deben permitir que nadie les imponga fronteras por los límites morales.

17 Principales fronteras que los padres tienen que traspasar, para educar a sus hijos y poner primero a su familia:

1. La cultural, para mantenerse mejorar y añadir nuevas virtudes y valores humanos y luchar, por no adquirir costumbres que vayan en contra de esos valores. La principal frontera a traspasar es el conformismo, “el todo vale”.
2. La del trabajo, sabiendo entender que solamente se consiguen mejores trabajos y mejor retribuidos, a base de sacrificios personales, estudios y dedicación.
3. La económica, sabiéndose enfrentar a las tentaciones, para mantenerse dentro de las posibilidades de ingresos, gastos y ahorros, luchando contra el consumismo imperante.
4. La educación escolar para los hijos, escogiendo para ellos la mejor escuela o colegio dentro de sus posibilidades, aunque les cueste grandes sacrificios económicos, de tiempo y de lucha, contra la corriente permisiva en calidad y cantidad de educación.
5. La familiar, al poner todos los medios necesarios para hacer una familia fuerte, unida y llena de virtudes y valores humanos, incluso teniendo que enfrentarse a las costumbres del entorno familiar.
6. La fisiológica, intentando mantenerse, dentro de los mejores parámetros posibles de salud, procurando llevar una vida sana en las comidas, bebidas, ejercicios físicos, etc.
7. La idiomática, sobre todo cuando se emigra, aprendiendo el idioma de la nación o región receptora, para involucrarse lo más posible en todos los aspectos culturales, sociales, laborales, profesionales, de estudios y familiares. Pero nunca perdiendo el idioma materno.
8. La imagen, en el caso de que se tengan defectos físicos, que hagan aparecer diferentes a los demás, tienen que intentar sacar provecho a esos defectos, sirviendo como ejemplo de superación, ante otros que no los tienen y pudieran estar deprimidos.
9. La política, manteniendo los principios políticos aprendidos, pero estando siempre dispuesto a mejorar el conocimiento de otras opciones diferentes a las tradicionales, siempre que estén dentro de la moral.
10. La racial, en el caso de estar inmerso en otras etnias o pertenecer a minorías dominadas. Sabiendo luchar contra estas situaciones, con perseverancia e inteligencia, para aprovechar las fortalezas propias y eliminar los defectos comparativos.
11. La religiosa, manteniendo los principios morales innegociables, a pesar de las presiones externas o dificultades que pudieran acechar a la familia, debido a la inmersión o el acoso de otras culturas sociales y religiosas.
12. La social, sabiendo claramente, que las situaciones sociales nunca son para siempre y que la vida da muchas vueltas, unas veces se está arriba y otras abajo. No por haberse criado en una familia rica o pobre, eso tiene que ser un estigma imborrable y perpetuo. Precisamente la lucha contra esa posible barrera, tiene que servir de estimulo para salir de la pobreza o para mantener la riqueza. La educación familiar, los estudios y la religión son las mejores armas, para luchar contra la barrera social que separa algunas personas, comunidades o segmentos sociales.
13. La paternidad responsable, abierta a la magnanimidad de la vida y al amor a los hijos, relacionado con el número y las épocas de tener hijos y a la forma de educarlos, en las virtudes y valores humanos.
14. La del cambio de la calidad de vida, por cumplir los principales objetivos en la formación de los hijos y de la familia como conjunto, teniendo en cuenta que la generosidad, no es incompatible con la razón y que, por muchos cálculos que se hagan, la familia es deficitaria por definición.
15. La de que los hijos se desarrollen como personas, en el conocimiento y en su comportamiento, en sus convicciones y sus actitudes, enriquecido con las virtudes y valores humanos, a costa de que a lo mejor no estén muy contentos. Ayudándoles en sus tareas, pero sin evitarles el esfuerzo de hacerlas y las satisfacciones que conllevan, para que se sepan desenvolver en la vida.
16. La de acoger a cada hijo, único e irrepetible, tal y como es, aunque no corresponda a las expectativas deseadas. Es una frontera que tienen que pasar por muy difícil que sea, sobre todo en casos, donde los hijos son especiales.
17. La de no ceder cuando es más fácil conceder, intentando siempre comprender, pero exigiendo lo que haya que exigir, aunque cueste hacerlo. Respetando su libertad, pero guiándoles, corrigiéndoles y no sobreprotegiéndoles.


Los padres tienen que tener un gran respeto y admiración, a los que por el bien de sus hijos y de su familia, han tenido la valentía de arriesgar muchas cosas, para traspasar las fronteras indicadas anteriormente. Incluso cuando han traspasado las fronteras geográficas, para habitar en otro país, pues han tenido que dejar atrás otros familiares, su bienes, pocos o muchos, sus amistades, sabores, olores, paisajes, sus costumbres, la seguridad de su vejez, etc. para enfrentarse a lo desconocido, asumiendo riesgos, que algunas veces tienen consecuencias irreversibles, para ellos mismos y sus familias. Pero traspasan las fronteras, para dar una mejor vida a sus hijos y familia en lo material, educativo, religioso y político, pues en sus países no tenían esas oportunidades, que existen detrás de las fronteras. Las mayoría de las veces, atravesar esas fronteras, pasa como las ovejas cuando traspasan las alambradas, siempre dejan algo de lana pegada a la alambrada.

Vivir en una sociedad, donde a las familias que no siguen los dictados de la mayoría, son señaladas y consideradas de forma despectiva, es muy difícil mantenerse en la rectitud de intención, de intentar alcanzar un mundo mejor. Eso significa que los padres, tendrán que hacer un esfuerzo mucho más fuerte, para no tener miedo a pasar las fronteras, que le imponga la sociedad en la que vivan.


Los padres siempre van tener que estar luchando contra corriente, porque si no se enfrentan a ella, todos se verán arrastrados en situaciones no deseadas y casi siempre, muy difíciles de revertir. Traspasar fronteras es sinónimo de practicar y enseñar las principales virtudes y valores humanos siguientes: Abnegación, apostolado, austeridad, autodisciplina, bonhomía, coherencia, compromiso, coraje, decisión, desprendimiento, disciplina, entereza, entrega, fortaleza, fraternidad, generosidad, fuerza, heroísmo, liderazgo, perseverancia, reciedumbre, responsabilidad, Sacrificio, solidaridad, valentía, etc.

Para algunos padres, pasar las fronteras supone, entrar en el terreno del “que dirán” los otros familiares, vecinos o la sociedad en conjunto, frase que casi siempre queda en “lo que no han dicho”. Los padres tienen que mirar hacia adelante, (hacia atrás, ni para coger impulso) y estudiar y medir los riesgos que sean necesarios tomar, todo en beneficio del presente y futuro de los hijos y de la familia.

Los padres no tienen que tener miedo a las fronteras, para construir una buena familia, pero tienen que estar muy atentos para prevenir y en su caso evitar, que alguno de los hijos intente cruzar la frontera de lo que es moral, hacia la amoralidad. No solamente estar pendiente de la frontera que marca la ley civil, sino la frontera de lo que marca la religión y las buenas costumbres.

Es muy importante convertirse en padres sin fronteras, utilizando responsablemente las nuevas tecnologías, como herramientas al servicio de la sociedad, para conseguir nuevas relaciones personales y grupales, en beneficio de la educación de las virtudes y valores humanos en la familia, además que servirán como autoafirmación en los ideales de los padres, en la educación de sus hijos. Los padres deben saber que “La unión hace la fuerza” que es lo opuesto a “Divide y vencerás”.

Animo a los padres a que formen asociaciones o grupos de personas, físicas o virtuales, aprovechando el Internet o sus redes sociales, para comentar entre ellos, cuáles son las principales fronteras a las que se han tenido que enfrentar y la forma de, cómo las han traspasado o las van a traspasar, para evitar que les dificulten la educación de los hijos y el poner lo primero a la familia. El hecho de intentar ser un padre sin fronteras, no será nunca un motivo de exclusión de la sociedad, al contrario, será un concepto de identidad y un referente ejemplar para otros padres.

ESCUELA PARA PADRES
http://blog.micumbre.com/2010/04/24/padres-sin-fronteras-primero-la-familia/

viernes, 16 de abril de 2010

¡Gracias por ser sacerdote!


Gracias al sacerdote miles de hombres y mujeres han escuchado la Palabra, y han recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

¡Gracias por ser sacerdote!

No resulta fácil ser sacerdote. Por las críticas de algunos familiares, que no comprenden por qué un joven deja la carrera o el trabajo para ir al seminario. Por la sonrisa compasiva de amigos, que ven cómo queda “arruinado” un futuro que parecía prometedor. Por la mirada de gente anónima, que espera el día en que la Iglesia deje de existir sobre la tierra...

Pero hay y habrá sacerdotes porque hay y habrá hombres dispuestos a responder a un Amor más grande. Cada una de sus historias se explican desde la llamada del Dios que vino al mundo para curar heridas, para limpiar pecados, para encender esperanzas, para enseñar senderos de cariño verdadero.

Miles y miles de sacerdotes han seguido y siguen las huellas del Maestro. Con su mirada y su palabra, con su silencio y su sonrisa, con sus manos temblorosas al tomar el pan y decir palabras divinas, con sus pies cansados tras recorrer caminos polvorientos o ciudades llenas de bombillas y vacías de ilusiones verdaderas.

Gracias a tantos sacerdotes hay novios que maduran en su amor fresco y tierno, hay esposos que crecen en el camino de la vida, hay ancianos que miran al cielo mientras se apoyan en un nieto inquieto, hay niños que sonríen porque empiezan a conocer la historia de Jesús el Nazareno.

Gracias al sacerdote miles de hombres y mujeres han escuchado la Palabra, y han recibido el Cuerpo del Hijo Amado. El Amor se hizo Pan tierno, la esperanza surgió con nuevas fuerzas, la fe quedó nuevamente iluminada, la justicia se hizo presente en un mundo hambriento y dolorido.

Gracias a un sacerdote fui acogido en la Iglesia con las aguas del bautismo. Gracias a muchos sacerdotes recibí el perdón en confesiones sencillas e infantiles, o más profundas mientras crecía en estatura y problemas. Gracias a muchos sacerdotes encontré palabras de consuelo, luz para las dudas, reflexión para tomar opciones decisivas, invitaciones a dejar egoísmos y a compartir mis bienes y mi tiempo con tantos hermanos deseosos de encontrarse con Jesús el Nazareno.

Muchos sacerdotes, en los casi 2000 años de nuestra Iglesia, ya están con Dios. Fueron misioneros, como Francisco Javier. Fueron amigos de esclavos, como Pedro Claver. Fueron confesores apasionados, como el cura de Ars o el Padre Pío. Fueron consejeros de almas, como Francisco de Sales. Fueron soldados del Evangelio y defensores del Papa, como Ignacio de Loyola. Fueron callados testigos de Dios en el desierto, como Charles de Foucauld.

A los sacerdotes de ayer y los de hoy, a los que yacen enfermos y a los entusiastas por su juventud perenne, a los que trabajan entre libros y a los que no paran de ir de casa en casa... A tantos sacerdotes enamorados de Cristo, testigos de amor y compañeros de esperanza, de corazón, ¡gracias, gracias, gracias!

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

martes, 13 de abril de 2010

Por el camino



Otra mirada

Por el camino

A veces nos pasa como aquellos que iban de camino y estaban desencantados de la vida. Por un momento habían creído que las cosas podían cambiar, que había una esperanza de salir de la rutina mediocre que tantas veces acaba axfisiando, que podría ser verdad eso de estrenar los días con nuevo entusiasmo, que podía ser posible otro mundo, otros esquemas, otro modo de vivir que no estuviera basado en desigualdades, en injusticias, en egoísmos... Pero todo había sido una vana ilusión. Nada de lo que habían soñado podía ser cierto en esa cruda realidad que les tocaba padecer todos los días. Y de eso hablaban por el camino, de su esperanza muerta. Y de eso siguieron hablando cuando alguien se les acercó y se les juntó en su camino. Tuvo que caer la tarde, tuvo que partirse el pan para que sus ojos se abrieran y sentir cómo sus corazones estaban ardiendo porque había resucitado de veras su amor y su esperanza.

Vamos muchas por el camino desencantados, sin esperanza, resignados a ir tirando... Ojalá que al caer la tarde de este día nos demos cuenta que Jesús ha salido a nuestro encuentro y con El ya nada es lo mismo. Ojalá que nuestro corazón ya esté ardiendo con su palabra y nuestros ojos lo hayan visto.


http://www.carmelodetoro.com
Imagen:http://www.elcatolicismo.com.co/?idcategoria=16647

viernes, 9 de abril de 2010

Resurgir de una crisis



Insoportables pesadumbres que se presentan en la vida y que debemos afrontar con mucha fe y sobre todo mucha esperanza, sin movernos, hasta que la tormenta haya pasado.

La vida es superación, búsqueda de un sentido, y el sufrimiento aunque a veces duele engrandece a quien lo padece, todo ello está reflejado en la famosa historia de un águila, ese animal tan longevo, majestuoso en su vuelo, de quien se creía que rejuvenecía cuando cambiaba su plumaje (“de modo que te rejuvenezcas como las águilas”, dice el Salmo 103, 5 e Isaías. 40, 31): nuestra águila puede llegar a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión. Sus uñas están apretadas y flexibles y ya no consigue tomar las presas para alimentarse. Su pico largo y puntiagudo, ya muy largo, se curva demasiado hacia el pecho. Las alas, envejecidas y pesadas, y las plumas gruesas. ¡Volar se hace ya tan difícil!

Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que durará 150 días: consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, anidar cerca de un paredón. Allí el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancárselo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando éstas comienzan a nacer, comenzará a desplumarse, y a esperar 5 meses, cuando sale para su vuelo de renovación... a vivir 30 años más.

En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación; para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

En la vida tenemos crisis, a nivel personal, familiar, profesional, social... llamamos crisis a la manifestación aguda de un trastorno físico o moral, cuando se crea una situación tensa y difícil en la vida y hay que resolver un problema, para volver a un equilibrio, una armonía vital... pero de las crisis no se sale siempre derrotado, sino que el resultado puede ser un vuelo con alas nuevas. Los golpes de la vida nos pueden hacer más fuertes, aunque pueden también hacernos caer en el escepticismo.

A algunos, les viene una tristeza vital, esa "insoportable pesadumbre del ser", que dicen ahora. Es una tristeza con preguntas negativas: "¿la vida es sólo esto?, ¿de verdad esto es todo?" Ante un shock que aturde, absolutizamos aspectos que no van (de la vida personal, del cónyuge, del trabajo). La mayoría de las veces aparecen ganas de cambiar de vida, moverse, y es muy fácil equivocarse, pues en esa situación no podemos ser objetivos, perdemos la visión de conjunto.

Son momentos de desnudez en los que se ha perdido pico y plumas, y hay que saber estarse quietos, de cara a Dios, esperando que pase la tormenta (exterior e interior) y vuelva a salir el sol, el pico y las alas, pues como dice la canción "no hay pena que cien años dure".

Me decía una persona: “Con frecuencia tengo angustias por un asunto u otro. A mí me gustaría tener más ligereza en este aspecto, no implicarme hasta este punto, pero no puedo evitarlo...” Pero precisamente allá encuentra el consuelo de Dios: “Por cada problema que tenemos, Nuestro Señor tiene muchas soluciones. Realmente miras la inmensidad del mar y te ves tan poca cosa..., que piensas que arriba hay alguien que ya sabrá encaminar el problema, más bien que yo. Creo que ha de pasar el tiempo. Necesito hablar con alguien que analice las cosas sin involucrarse, alguien que me permita dejarme expresar lo que siento, y así encontrarme mejor”.

Una intensa vida de oración y la recepción frecuente de los sacramentos serán el mejor remedio para esos momentos de crisis, pues Dios siempre está ahí dispuesto a acogernos y escucharnos
.


Así, ese proceso de renovación y limpieza nos preparará para una nueva etapa, a mirar hacia lo que queda de nuestra vida, para afrontar los problemas de cara, porque la fuerza no se obtiene de acostumbrarse a la derrota sino del proyecto que se forja en la inteligencia y en el corazón y del esfuerzo en la lucha para alcanzarlo, con ayuda de la Gracia de Dios.

Autor: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net

domingo, 4 de abril de 2010

¿Cómo se explica la resurrección de Jesús?



La resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas. Los Apóstoles dieron testimonio de lo que habían visto y oído. Hacia el año 57 San Pablo escribe a los Corintios: «Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce» (1 Co 15,3-5).

Cuando, actualmente, uno se acerca a esos hechos para buscar lo más objetivamente posible la verdad de lo que sucedió, puede surgir una pregunta: ¿de dónde procede la afirmación de que Jesús ha resucitado? ¿Es una manipulación de la realidad que ha tenido un eco extraordinario en la historia humana, o es un hecho real que sigue resultando tan sorprendente e inesperable ahora como resultaba entonces para sus aturdidos discípulos?

A esas cuestiones sólo es posible buscar una solución razonable investigando cuáles podían ser las creencias de aquellos hombres sobre la vida después de la muerte, para valorar si la idea de una resurrección como la que narraban es una ocurrencia lógica en sus esquemas mentales.

De entrada, en el mundo griego hay referencias a una vida tras la muerte, pero con unas características singulares. El Hades, motivo recurrente ya desde los poemas homéricos, es el domicilio de la muerte, un mundo de sombras que es como un vago recuerdo de la morada de los vivientes. Pero Homero jamás imaginó que en la realidad fuese posible un regreso desde el Hades. Platón, desde una perspectiva diversa había especulado acerca de la reencarnación, pero no pensó como algo real en una revitalización del propio cuerpo, una vez muerto. Es decir, aunque se hablaba a veces de vida tras la muerte, nunca venía a la mente la idea de resurrección, es decir, de un regreso a la vida corporal en el mundo presente por parte de individuo alguno.

En el judaísmo la situación es en parte distinta y en parte común. El sheol del que habla el Antiguo Testamento y otros textos judíos antiguos no es muy distinto del Hades homérico. Allí la gente está como dormida. Pero, a diferencia de la concepción griega, hay puertas abiertas a la esperanza. El Señor es el único Dios, tanto de los vivos como de los muertos, con poder tanto en el mundo de arriba como en el sheol. Es posible un triunfo sobre la muerte. En la tradición judía, aunque se manifiestan unas creencias en cierta resurrección, al menos por parte de algunos. También se espera la llegada del Mesías, pero ambos acontecimientos no aparecen ligados. Para cualquier judío contemporáneo de Jesús se trata, al menos de entrada, de dos cuestiones teológicas que se mueven en ámbitos muy diversos. Se confía en que el Mesías derrotará a los enemigos del Señor, restablecerá en todo su esplendor y pureza el culto del templo, establecerá el dominio del Señor sobre el mundo, pero nunca se piensa que resucitará después de su muerte: es algo que no pasaba de ordinario por la imaginación de un judío piadoso e instruido.

Robar su cuerpo e inventar el bulo de que había resucitado con ese cuerpo, como argumento para mostrar que era el Mesías, resulta impensable. En el día de Pentecostés, según refieren los Hechos de los Apóstoles, Pedro afirma que «Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte», y en consecuencia concluye: «Sepa con seguridad toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis» (Hch 2,36).


La explicación de tales afirmaciones es que los Apóstoles habían contemplado algo que jamás habrían imaginado y que, a pesar de su perplejidad y de las burlas que con razón suponían que iba a suscitar, se veían en el deber de testimoniar.

Bibliografía: N. Tom Wright, «Jesus’ Resurrection and Christian Origins»: Gregorianum 83,4 (2002) 615-635; Francisco Varo, Rabí Jesús de Nazaret (B.A.C., Madrid, 2005) 202-204.
Imagen:Capilla Sixtina-Resurreción

www.es.josemariaescriva.info/articulo/opus-dei-bfcomo-se-explica-la-resurreccion-de-jesus3f

viernes, 2 de abril de 2010

La flagelación: cómo, cuándo y por qué



Imagen: La flagelación de Cristo. 1880.
W. A. Bouguereau
Catedral de La Rocheelle


El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución sino que constituyó un castigo especial

La flagelación: cómo, cuándo y por qué

La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución. Había una excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran flagelados, sino fustigados con la fusta. Esto se hacía, según Tito Livio, en el mismo lugar del suplicio, inmediatamente antes de la decapitación.

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del suplicio. Muy raro, como en el caso de Jesús, que se llevara a cabo en las dependencias del tribunal. Esto sólo se hacía en los casos en que la flagelación era sustitutiva de la pena capital. El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución y que se daba en el trayecto, camino del suplicio, sino que constituyó un castigo especial, como veremos. Esto exige dos explicaciones: cuándo le flagelaron y el porqué.

Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni el porqué, sólo constatan el hecho: "Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entregó (Pilato) para que lo crucificaran".

Lucas es más explícito, y cuando está explicando los esfuerzos de Pilato para salvar a Jesús, al final nos cita una frase del Prefecto: "Le castigaré y luego le soltaré". Ya vislumbramos algo. Juan nos afirma que Jesús fue flagelado durante los juicios de Pilato.Ya tenemos el cuándo. Veamos ahora el porqué:

Pilato juzga que la primera acusación hecha a Jesús ("Se ha hecho Hijo de Dios y según nuestra ley debe morir" no caía bajo la ley romana. Era cuestión religiosa y la Justicia romana no actuaba en estos casos para dirimirla. Por lo que consideró a Jesús inocente: "No encuentro en él, causa alguna de condenación".

Tras una deliberación de los judíos, éstos hacen una segunda acusación que sí entraba dentro de la Lex Julia: (Había permitido ser aclamado Hijo de David que según ellos iba a ser su rey). Quería hacerse rey y esto iba contra el Emperador. Pilato tiene obligación de atender esta acusación. Pilato pregunta a Jesús sobre su realeza y, no sacando nada en claro, lo considera de nuevo inocente.

Enterado de la estancia de Herodes en Jerusalén y siendo Jesús su súbdito, Pilato se lo envía a ver si le resuelve el problema. No es así y Pilato en el tercer juicio dice a los judíos: "Ni Herodes ni yo encontramos en él causa alguna de muerte".

Después de los fracasos anteriores, Pilato equipara a Jesús con un criminal y ladrón, con Barrabás. La propuesta era, a quién de los dos querían que les soltase. La plebe prefiere a Barrabás, a la vez que grita que Jesús sea crucificado.

Ante las decepciones anteriores, Pilato decidió dar a Jesús un sustitutivo de la pena capital, para acallar al pueblo: "Le castigaré y luego le soltare". Después de este episodio, es cuando Jesús es flagelado y viene el hecho del ECCE HOMO.

Y tenemos pues, el cuándo y el porqué.

Una vez la orden de castigo, Jesús fue atado con cuerdas gruesas y resistentes.Las manos por encima de la cabeza, quedando así, casi suspendido de la parte alta de la columna o del techo. De esta manera quedaba inutilizado, para que no pudiera defender algunas partes del cuerpo con los brazos, y para que en el caso de shock, no cayera al suelo.

El instrumento utilizado para la flagelación, fue el flagrum taxillatum, que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres correas de cuero de unos 50 cms., en cuyas puntas tenían dos bolas de plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo.

El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 40, pero ellos por escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, en dependencia militar romana, por tanto more romano, es decir, según la costumbre romana, cuya ley no limitaba el número. Sólo estaban obligados a dejar a Jesús con vida, por dos razones: una, para poder mostrarle al público para que éste se compadeciera (era la intención de Pilato), y la otra, para que en caso de condena a muerte, llegara vivo al lugar de suplicio y crucificarlo vivo: era le ley.

Cuando los clásicos latinos nos hablan de esta flagelación more romano, nos dicen que el reo quedaba irreconocible en su aspecto y sangrando por todo el cuerpo. Así quedó Jesús. Por eso a la pregunta: ¿cuántos latigazos dieron a Jesús? la respuesta es, hasta que le dejaron irreconocible; hasta que se cansaron. La ley romana no limitaba el número. Todas las partes del cuerpo de Jesús fueron objeto de latigazos. Eso sí, respetaron la cabeza y la parte del corazón, porque hubiera podido morir, como les había sucedido con otros. Y en este caso tenían una consigna: no matarlo. Así lo había mandado Pilato: "Le castigaré y luego le soltaré"..

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax, los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo, caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equímosis y llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis, (como demostraremos en otra ocasión), con consecuencias muy graves para la respiración, la marcha del corazón y el dolor.

Pero si en la parte externa Jesús quedó irreconocible por las heridas y por la sangre, en el interior de su organismo sufrieron también lesiones muy graves órganos vitales, como el hígado y el riñón. Los golpes fuertes sobre la zona renal, instauraron sin duda, una disfunción en los riñones. Lo mismo podemos decir sobre el hígado, donde provocaron también una disfunción del mismo. A esta disfunción o insuficiencia hepato-renal, junto a mayor pérdida de sangre, fueron acompañadas de cambios electrolíticos y de otros parámetros biológicos con todas las consecuencias gravísimas para la supervivencia.

La disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre, aumentaron más gravemente la disnea o dificultad respiratoria, comenzada en Getsemaní. Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los golpes en la espalda y en el pecho que afectaron a órganos respiratorios y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba instaurada. Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente sin fuerzas. Jesús no se tenía. Sin duda cayó, al desatarle las cuerdas, sobre el charco de sangre que había salido de su cuerpo. No olvidemos, que todo esto recayó sobre una dermis y epidermis sumamente sensible al dolor después de la hemathidrosis.

En las circunstancias de Jesús es imposible explicar médicamente el dolor que sentiría cada vez que recibía un correazo con las bolas de plomo. Podríamos decir que en estos momentos Jesús era SÓLO DOLOR

Autor: P. Constancio Cabezón o.f.m. (Cardiólogo) | Fuente: christusrex.org
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