Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

domingo, 30 de noviembre de 2014

¡Prepárate, que Dios viene a tu encuentro!




!Vigilad!
Sí; vigilemos. ¿Por qué?
Porque necesitamos de una palabra de aliento.
Porque, el mundo, este mundo que tocamos con las yemas de nuestras manos; que amamos y que a la vez odiamos; este mundo tan necesitado de paz, como tan lleno de contiendas, necesita de buenos vigilantes.

Hombres y mujeres que, más allá del día a día, entre los rascacielos del puro y duro sensacionalismo o materialismo, levanten su cabeza y esperen. 
Sí; esperen a un Dios que viene a salvarnos.
¿Salvarnos? ¿Salvarnos de qué?
De mucho, amigos, de mucho.
Hay muchas cosas y acontecimientos que atragantan nuestra felicidad.
Vemos que este “gran castillo del bienestar que nos hemos montado” se tambalea y nos produce ansiedad, corrupción, mentiras e inestabilidad

Dios que sale a nuestro encuentro.
Dios que, en la Navidad, se hará pequeño, mientras que el hombre se empeña en hacerse grande. Dios que, en Jesús, se dejará abrazar, amar, tocar, besar, adorar.
¡Bienvenido, Adviento!
Entra por las ventanas y balcones de nuestros corazones.
Vivamos, amigos, este tiempo de esperanza; semanas de espera y horas de tensión.
¡Que va a venir el Señor!

No podemos bajar la guardia; no podemos bajarnos del torreón de nuestra fe por el simple hecho de que nos digan que, en el llano, se vive mejor sin Dios.
Adviento. Lo necesitamos.
¡Qué déficit de esperanza el nuestro!
Viene el Señor, porque nos ve vacíos.
Cuántas estrellas que iluminan las calles y, los que las han puesto, no saben ni por qué ni por quién.

Adviento. ¡Bienvenido seas!
¡Qué ganas tenemos de un Niño que nos reúna en torno a la mesa y nos haga pensar  que, el mundo, aún tiene solución!
Adviento. Es el Señor, que llega.
¡Prepárate… es Dios quien llega en persona!

P. Javier Leoz



 
 


Amor incondicional





A menudo el guía espiritual hablaba a sus discípulos sobre el verdadero amor, el que no se impone ni exige, el que está libre de actitudes egocéntricas, posesividad o apego. Pero a nadie le es fácil siquiera comprender ese elevado tipo de amor que es más expansivo, altruista y libre. Tampoco los discípulos terminaban de entender qué era realmente el amor incondicional, libre de ataduras y contaminaciones, omniabarcante y desinteresado, basado en la benevolencia y la compasión, capaz de impregnar a todos los seres.

Ante la incapacidad de sus discípulos para terminar de comprender sus enseñanzas, el maestro les dijo:

-Mañana haremos todos una larga excursión.
Pero antes de venir a buscarme, pasad por el florista y traed una rosa.

Semejante solicitud dejó estupefactos a los discípulos, pero al amanecer y antes de ir a buscar al preceptor, compraron una fragante rosa.
Tras reunirse con el mentor, emprendieron una larga caminata, hasta llegar a una zona desértica.

El maestro les pidió:

-Fijad la rosa por el tallo en la arena del desierto.

Extrañados, los discípulos así lo hicieron.

Entonces el mentor les preguntó:

-Decidme, amados míos, ¿seguirá la rosa exhalando su aroma aunque nos retiremos y no haya nadie para olerlo?

-Claro que sí, maestro -repusieron al unísono.

-Otra pregunta, queridos míos, ¿aunque no haya nadie para contemplarla, seguirá la rosa exhibiendo toda su hermosura? 

-Por supuesto, maestro, seguirá haciéndolo.

Y el preceptor aseveró:

-Pues así es el verdadero amor. Se exhala aunque no haya nadie para recogerlo e incluso aunque nadie quiera recogerlo.


sábado, 29 de noviembre de 2014

Nos faltan palabras para alabarte

Meditaciones de las letanías del Rosario. Tú y yo, requerimos urgente la mano que acaricia, el rostro que se inclina hacia nuestro dolor, el corazón que compadece y suaviza el sufrimiento. 



Consuelo de los afligidos
Hoy se buscan calmantes, pastillas contra el dolor, porque el dolor se ha multiplicado por todas partes. Cuando no son las enfermedades del cuerpo, son las tribulaciones del alma. El hombre de hoy, tú y yo, requerimos como algo urgente la mano que acaricia, el rostro que se inclina hacia nuestro dolor, el corazón que compadece y suaviza el sufrimiento. Necesitamos las manos, el rostro, el corazón de María. A todos los que sufren sin esperanza vayamos a decir que tienen una Madre, que los ama mucho.....


Auxilio de los cristianos
Se requería esta ayuda porque, si el Demonio la trae con todos los hombres, principalmente se ensaña con los cristianos. Entrar en el Corazón de María es estar a salvo de todos los peligros. Y si en todo tiempo ha sido necesario este auxilio, hoy más que nunca, pues perece que todo el infierno ha salido de sus antros para hacer daño a la Iglesia y a los cristianos. Por eso, si invocar a María, rezar el rosario siempre ha sido necesario, hoy es de vida o muerte. A los que defienden lo contrario los veremos muertos por el camino, desangrados por ese vampiro infernal.


Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas. Reina de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de las vírgenes. Reina de todos los santos.
Nadie quiere estar fuera de su reinado. Hasta los ángeles, que no son humanos, han pedio y obtenido tenerla como Reina. No como Madre, que ese privilegio sólo a los humanos ha sido dado. Pero al menos como Reina. Ningún ángel la llama con el tierno nombre de Madre, sino con el nombre respetuoso de Reina mía.
Los patriarcas y los profetas, que son los grandes del Antiguo Testamento están bajo su protección. Su grandeza ha quedado pequeña ante la Gran Señora y Reina. Así me imagino yo a Abrahán, a Moisés, a Isaías y a los demás besando respetuosamente las manos de quien llevó en ellas a Dios mismo.
Los grandes del Nuevo Testamento son los que entran en esta lista envidiable: apóstoles, mártires, confesores, vírgenes. De todos es la Reina, la que los supera a todos, la que les ha dado la fortaleza en sus batallas, la que les ha guiado hasta el cielo y hasta la santidad. Reina de muchos, Reina de los mejores, porque eres la Mejor de todos.
Reina de los santos. Podría ser reina de ti y de mí, si llegamos a ser tales. Hay que ganarlo con esfuerzo. La posibilidad está abierta, mientras dura la vida. Todos los santos han amado de manera particular a su Reina. Y Dios los premia de manera muy especial en el cielo, por haber honrado tan hermosamente a su Joya.


Reina concebida sin pecado original
El privilegio de la Inmaculada Concepción. Estamos muy de acuerdo con que Dios hiciera una excepción con su Madre, que también es nuestra Madre. Nuestra Madre nació igual a nosotros en todos menos en el pecado original. ¡Bendita Tú, que no pasaste por la amargura del pecado! Así, no manchada por nada, puedes ayudar más eficazmente a los manchados con todos los pecados. Vemos que los doctores y enfermeras se ponen guantes y tapabocas para no contagiarse y poder curar mejor. María no necesita de eso. No necesita antivirus. Más bien los virus mueren en el acto en su presencia. A veces podría uno pensar que, como uno es pecador, si intenta tocar o dar un beso o una flor a María la contamina. No es cierto. Ella no se contagia de nuestra basura, sino que nosotros nos contagiamos de su pureza y de su santidad.


Reina elevada al cielo
Esto está defendido en un dogma, el de la Asunción. Alguien de nuestra raza, alguien muy especial ya está en el cielo en cuerpo y alma. Nuestra Madre nos dice que es verdad lo de los nombres escritos en el cielo; nos dice que vale la pena sufrir todo con tal de ganar el cielo. Nos anima, nos ayuda a conseguirlo. Puedes estar seguro de que para conseguir que tú vayas al cielo María Santísima hará todo lo que está en su mano para lograrlo, lo está haciendo. Déjala hacer, deja que te lleve al cielo, no la estorbes con tu ingratitud.
¡Qué alegría tan profunda y tan pura nos da el saber que nuestra Madre está ya para siempre en el cielo, eternamente feliz..! Solo faltamos nosotros. Ella lo sabe y ruega a diario para lograrlo. Suplica a su Hijo que tenga misericordia. En fin que, si bien fue Jesús el que me mereció la redención, será mi Madre la que al fin lo obtenga. ¡Gracias infinitas, Madre!


Reina del Santísimo Rosario
Es una Madre que nos pide rezar el Rosario. Es Ella y no algún fraile disgustado. Porque Dios mismo ha prometido gracias realmente excelentes. Si rezando el rosario todos los días se obtiene el cielo, díganme si vale la pena rezarlo. Desapreciar esta oración es despreciar a María y despreciar a Dios. Una de las mejores cosas que se pueden hacer es, precisamente, rezar el rosario y hacer que otros lo recen. El Papa instituyó un año del rosario. Nos consta que lo reza diariamente. Todos los grandes santos han sido devotos de María y han tenido un gran aprecio por la oración que más le gusta a la Madre de Dios.


Reina de las familias
Es un título que faltaba en las letanías y que Juan Pablo II se encargo de añadir. Las familias tenían necesidad de una Reina. Y una Reina fuerte, que fuera parte de una familia, abogada y defensora contra un enemigo abiertamente declarado contra las familias, el Demonio. Hoy tiene el maléfico pensamiento de destruir la familia. Y ya ha hecho bastante mal. Pero se le enfrenta su eterna rival, María Santísima. Todos somos miembros de una familia y todos queremos que las familias se sostengan en el amor y en la unidad. Invoquemos a la Reina de la Familia.


Reina de la paz
Tan necesaria en nuestros tiempos. Si invocáramos más a María, si rezáramos el rosario con más frecuencia y devoción se acabarían las guerras, todas las guerras. Está prometido. Pero no lo creemos. Seguimos tercamente empeñados en pelear con nuestras piedras, flechas, espadas, cañones y bombas.
A su Hijo se le llama entre otras cosas, Príncipe de la paz. Pues bien, este príncipe, cansado de que no le hagamos caso, nos ha dicho insistentemente: “ Si quieren la paz, hagan lo que Ella les diga”. Él nos ha pedido que recemos el rosario. Dios mismo ha prometido paz a cambio de rosarios.
María es una Reina bellísima, muy poderosa. María es una Madre amorosísima, la mejor de todas. María es la delicia de Dios. María es la flor más bella que ha producido la tierra. Su nombre es dulzura, es miel de colmena. Dios la hizo en molde de diamantes y rubíes, y luego rompió el molde. Le salió hermosísima, adornada de todas las virtudes, con sonrisa celestial. Y, cuando moría en la cruz, nos la regaló. Esa mujer es mi madre bendita...

Por: P Mariano de Blas LC

viernes, 28 de noviembre de 2014

CONVERSACION INTERIOR



El reino de Dios dentro de vosotros está, dice el Señor. Conviértete a Dios de todo corazón y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo. Aprende a menospreciar las cosas exteriores y date a las interiores, y verás que viene a ti el reino de Dios. Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, lo cual no se da a los malos. Si le preparas digna morada en tu interior, Jesucristo vendrá a ti y de mostrará su consolación. Toda su gloria y hermosura es en lo interior, y allí se complace. Su continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente, es grata su consolación, tiene mucha paz, y admirable familiaridad.

Sé, pues, alma fiel, y prepara tu corazón a este Esposo, para que quiera venirse a ti y morar contigo; porque él dice así; Si alguno me ama, guardará mi palabra, vendremos a él, y moraremos en él. Da pues lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra la entrada. Si a Cristo tuvieres, estarás rico y te bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Porque los hombres se mudan fácilmente y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para siempre, y está firme hasta el fin.

No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea provechoso y bien querido, ni se ha de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario. Los que hoy están a tu favor, mañana te pueden contradecir, y al contrario; muchas veces se vuelven como el viento. Pon en Dios toda tu esperanza, y sea él tu temor y tu amor. Él responderá por ti y lo hará como mejor convenga. No tienes aquí ciudad de morada; donde quiera que fueses serás extraño y peregrino, y no tendrás jamás reposo hasta que estés íntimamente unido con Cristo.

¿Qué miras aquí, no siendo éste el lugar de tu descanso? En el cielo ha de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú con ellas. Guarda, no te apegues a cosa alguna, porque no seas preso y perezcas. En el Altísimo esté tu pensamiento; y tu oración diríjase sin cesar a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en su pasión, y mora muy gustoso en sus sacratísimas llagas. Porque si te llegas devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesucristo, gran consuelo sentirás en la tribulación, no harás mucho caso de los desprecios de los hombres y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes.

Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas desamparado de amigo y conocidos, y en la mayor necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, ¿y tú osas quejarte de cosa alguna? Cristo tuvo adversarios y murmuradores, ¿y tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores? ¿Cómo se coronará tu paciencia, si ninguna adversidad se te ofrece? Si no quieres sufrir algo, ¿cómo serás amigo de Cristo? Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo.

Si una vez entrases perfectamente en lo interior de Jesucristo, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu provecho o daño propio, antes te holgarías más de las injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo. El amador de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de afectos desordenados, se puede volver fácilmente a Dios y elevarse sobre sí mismo en espíritu, y gozarse en él con suavidad.

Aquél que aprecia todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio, y enseñado más por Dios que por los hombres. El que sabe vivir interiormente y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares, ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos. El hombre interior presto se recoge; porque nunca se derrama del todo a las cosas exteriores, no le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación tomada en tiempo necesario; sino que como suceden las cosas, se conforma a ellas. El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de lo que perversamente obran los mundanos. Tanto se estorba uno y se distrae, cuanto atrae a sí las cosas del mundo.

Si fueres recto y puro de pasiones, todo te sucederá bien y con provecho. Por eso te descontentan muchas cosas a cada paso, y te turban, porque aún no estás muerto a ti perfectamente, ni apartado del todo de lo terreno. No hay cosa que tanto mancille y embarace al corazón del hombre, como el amor desordenado a las criaturas. Si desprecias las consolaciones exteriores, podrás contemplar las cosas celestiales y muchas veces gozarte interiormente.

Imitacion de Cristo
Sto. Tomás Kempis

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