De invertir tiempo,
ideas y sudor, esfuerzo e ilusión, y como respuesta encontrar sólo el
vacío o la incomprensión.
¿Por qué me has dado
tanto, Jesús?
Con menos talentos
divinos,se vive la vida más fácilmente y mejor.
Con más comodidad y
sin tantos riesgos.
¡Tengo tanto miedo,
Señor!
De no estar a la
altura que Tú me marcas,de no dar la talla en el campo de batalla: en la familia, o en el trabajo, en la
enfermedad o en la salud, en la palabra o en la
obra.
¡Tengo tanto miedo,
Señor!
De gastar por el
camino lo que Tú me has dado,aquello que pienso que es mío y no tuyo.De
quemarme por brindarme y ofrecermeo cansarme de sembrar sin recoger nada a
cambio.
¡Tengo tanto miedo,
Señor!
De que regreses y, tu
fortuna, la encuentres mal empleada,por mi falta de valentía o audacia, por mi cobardía o desinterés, por mi timidez o mi falta de seguridad.
¡Cuánto miedo tengo,
Señor!
De no invertir mi vida
como, Tú en la cruz, lo hiciste: con silencio, grandeza y dolor, con perdón, humildad y sacrificio, con fe, esperanza o misericordia.
¡Cuánto miedo tengo,
Señor!
De mirarme a mí mismo, y viendo lo mucho que me has dado, creer que no merece la pena arriesgarlo
todo: por Dios y por el
hombre, por la Iglesia y por
el mundo, por mis hermanos y por
mí mismo.
¡Cuánto miedo tengo,
Señor!
Que vengas… y me
pilles con el pie cambiado, lejos de tus caminos y, con mis talentos, sin haberlos utilizado a fondo.
P. Javier Leoz
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