Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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sábado, 1 de noviembre de 2014

¡Viviremos para morir y vivir!


 
Gracias, Señor, por el don de la vida.
Porque, aun siendo viaje de relámpago por la tierra,
ha merecido la pena contemplar, gustar y sentir,
la belleza que tu mano creó aquel lejano día.
Gracias, Señor, por la hermana muerte
que, de forma cruel o dulce, nos visita,
y nos recuerda que somos frágiles y no yunques
que, tarde o temprano, nuestro cuerpo se desmorona
pero, aquello que le sustenta, va a tus brazos de Padre.

¡Viviremos para morir y vivir!
Porque en el morir, Señor, está la llave del futuro vivir.
Desaparecerá la oscuridad y emergerá la luz.
Se evaporarán las lágrimas y nuestros ojos te verán.
Saltaremos del silencio, y cantaremos tus maravillas.
Nos levantaremos del sueño, y proclamaremos tu realeza.
¿Cómo no darte gracias, oh Señor, por tu paso por este mundo?
Sin tu muerte, nuestra muerte sería eslabones de por vida.
Sin tu resurrección, nuestra vida sería caduca y sin respuesta.
Sin tu triunfo, nuestras conquistas serían poca cosa.

¡Viviremos para morir viviendo!
Sabiendo que, más allá del duro madero
aguarda un cielo abierto por tu Ascensión gloriosa.
Creyendo que, en tu Resurrección,
siempre habrá segura y certera respuesta para la nuestra.
Amando, como Tú amaste,
para que, en el tomo final de nuestra existencia,
puedas concluir: “mucho amaste y por Dios te salvaste”.

¡Viviremos para morir viviendo!
Porque bien sabemos que a este mundo nuestro,
vinimos de noche o de mañana a darnos un breve paseo.
Porque, aunque lo olvidemos,  a esta tierra nuestra,
aterrizamos como lo hace un avión
para, luego, emprender otro vuelo más alto y definitivo.
Porque en este suelo, de gozos y de lágrimas,
hemos ido dejando sudores y esfuerzos,
fe, oración y confianza en Ti que tienes la última palabra.
Por eso, con todos nuestros difuntos,
hoy más que nunca –mirando hacia lo alto– confesamos:
¡Viviremos, con Cristo,
para vivir con Cristo y por Cristo en el cielo!
Amén.

P. Javier Leoz

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