Con un hondo
sentido de adusta sabiduría, predicaba un ilustre emperador romano:
"Procede todos los días, como si cada uno de ellos fuera el último de tu
vida..."
Agregaría a
esa conocida frase: "Procede en cada uno de tus actos, como si después de
realizarlos, tuvieras que comparecer ante el tribunal de Dios y dar cuenta de
ellos."Y pienso que si se llevara a la práctica esta teoría, viviríamos
mucho mejor.
La sentencia
latina no ha sido desoída, pero parecería que el mundo ha confundido su sentido
y la interpreta al revés. Sí, al revés, porque de lo que fue norma ortodoxa, ha
hecho doctrina hedonista, y todos proceden como si cada minuto fuera el último
de la vida, pero considerando la vida como un naufragio donde el único mandato
valedero fuera la ley egoísta y despiadada: el ¡Sálvese quien pueda!...
Bajo ese
imperativo hoy todo se avasalla y se atropella.
Vivimos
impacientes, afiebrados por llegar, sin tiempo para reflexionar en que sólo
estamos de paso y que de nosotros sólo perdurará el recuerdo del bien o el mal que a
nuestro paso hayamos sembrado.
La humanidad
enloquecida parece no advertirlo.
Es como si ya
para muchos, se les hubiera agotado el tiempo para pensar; improvisan y
ejecutan, sobre el minuto del vértigo.
Algunos creen
que de prisa y viviendo el momento, viven más.
Más puede
ser, pero no mejor. No, porque se pretende siempre el resultado inmediato, la
gloria prematura, el camino más corto con el menor esfuerzo y el máximo provecho.
El artista no
se esmera en pulir, porque quiere surgir de inmediato, porque del anonimato
aspira a la gloria, entonces da por concluida su obra y la misma apenas si es
un ensayo.
Hay quienes
quieren ser rápidamente ricos, antes de haber aprendido a ser pacientemente
honrados.
Es imperioso
y urgente diría, encausarse hacia la verdadera paz espiritual, que sólo puede
emanar, a su vez, de la paz de la conciencia.
Porque al fin
de cuentas, ese es el único camino que todos buscaremos algún día, cuando todo
esté en manos de una voluntad definitiva más alta que la nuestra.
Ethel Pérsico
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