Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
gadgets para blogger

ACI prensa

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

jueves, 25 de febrero de 2010

Cuaresma: tiempo de la misericordia de Dios y de la conversión


http://montemaria.org/images/jesus_desierto


En nombre de Cristo, reconciliaos con Dios

La Cuaresma tiene una rica historia en la liturgia cristiana. Desde el inicio, era el tiempo de la preparación definitiva de los catecúmenos que iban a recibir el Bautismo, administrado en la Vigilia Pascual. Hacia la mitad del siglo II, aparece en la Iglesia la preparación a la Pascua, entendida como memoria de la muerte salvífica de Cristo, y adquiere especial valor la práctica del ayuno, sobre todo el Viernes y el Sábado Santos.
La preparación de cuarenta días a la fiesta de la Pascua se introduce a inicios del siglo IV, y comienza el primer domingo de Cuaresma. Cada vez se convence más el pueblo cristiano de que el ayuno es la más importante y casi la única manera de prepararse a la Pascua, y como el domingo no se ayunaba, era preciso trasladar el inicio de la Cuaresma añadiendo los días que faltaban. Esto sucedió paulatinamente, hasta que desde el siglo VII el Miércoles de Ceniza señala el inicio del tiempo cuaresmal. La imposición de la ceniza aparece en el siglo IX y va unida a la penitencia pública. Completaban el ayuno, la oración y la limosna.
Las últimas dos semanas se dedicaban, sobre todo, a la meditación de la Pasión del Señor, que en la conciencia de los fieles llega a constituir el centro de la espiritualidad de este tiempo santo, llevándolos a la conversión: Esto hizo Cristo por mí, ¿qué he de hacer yo por Él? Las palabras de san Pablo: «En nombre de Cristo os suplicamos: reconciliaos con Dios», muestran qué es la Cuaresma para la Iglesia; en estos días, alimentada abundantemente de la palabra de Dios, toma conciencia de participar en la Redención obrada por Cristo, que a todos llama: «Convertíos y creed en el Evangelio». La salvación de Dios es accesible a todos los hombres, pero es preciso abrir el corazón, disponerse a acoger el don del cielo y responder con decisión. El pecado es el obstáculo. La Cuaresma es tiempo propicio para reconocerlo y cambiar el corazón y el modo de pensar, justamente ante la presencia de Aquel que me amó y se entregó a sí mismo por mí. Por eso, ante todo, es el tiempo del perdón y de la misericordia de Dios y, siguiendo a Cristo en sus cuarenta días en el desierto, tiempo de intensa vida espiritual, de lucha contra uno mismo y contra las fuerzas del mal, y así el hombre resurja con Cristo en la Pascua, hecho ya una criatura nueva por la gracia del Bautismo.

Alfonso Simón

http://www.alfayomega.es/Revista/2010/677/06_aquiahora1.html

martes, 23 de febrero de 2010

TEXTOS DE SAN JOSEMARÍA


“Es tiempo de esperanza, y vivo de ese tesoro”
“Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre –me dices–, es una realidad”. Entonces..., el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme –amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas...–, todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo. (Surco, 293)


Allí donde nos encontremos, nos exhorta el Señor: ¡vela! Alimentemos en nuestras conciencias, ante esa petición de Dios, los deseos esperanzados de santidad, con obras. Dame, hijo mío, tu corazón, nos sugiere al oído. Déjate de construir castillos con la fantasía, decídete a abrir tu alma a Dios, pues exclusivamente en el Señor hallarás fundamento real para tu esperanza y para hacer el bien a los demás. Cuando no se lucha consigo mismo, cuando no se rechazan terminantemente los enemigos que están dentro de la ciudadela interior -el orgullo, la envidia, la concupiscencia de la carne y de los ojos, la autosuficiencia, la alocada avidez de libertinaje-, cuando no existe esa pelea interior, los más nobles ideales se agostan como la flor del heno, que al salir el sol ardiente, se seca la hierba, cae la flor, y se acaba su vistosa hermosura. Después, en el menor resquicio brotarán el desaliento y la tristeza, como una planta dañina e invasora.

No se conforma Jesús con un asentimiento titubeante. Pretende, tiene derecho a que caminemos con entereza, sin concesiones ante las dificultades. Exige pasos firmes, concretos; pues, de ordinario, los propósitos generales sirven para poco. Esos propósitos tan poco delineados me parecen ilusiones falaces, que intentan acallar las llamadas divinas que percibe el corazón; fuegos fatuos, que no queman ni dan calor, y que desaparecen con la misma fugacidad con que han surgido.

Por eso, me convenceré de que tus intenciones para alcanzar la meta son sinceras, si te veo marchar con determinación. Obra el bien, revisando tus actitudes ordinarias ante la ocupación de cada instante; practica la justicia, precisamente en los ámbitos que frecuentas, aunque te dobles por la fatiga; fomenta la felicidad de los que te rodean, sirviendo a los otros con alegría en el lugar de tu trabajo, con esfuerzo para acabarlo con la mayor perfección posible, con tu comprensión, con tu sonrisa, con tu actitud cristiana. Y todo, por Dios, con el pensamiento en su gloria, con la mirada alta, anhelando la Patria definitiva, que sólo ese fin merece la pena. (Amigos de Dios, 211
)

http://www.opusdei.es/art.php?p=12018

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de ceniza


Señor, toda la Iglesia está por comenzar un período de intensidad espiritual en la Cuaresma. Ayúdame a vivirlo animado por una fe más sólida, más firme, más auténtica. Te pido me concedas aprovechar todos los medios espirituales que me ofreces para recorrer esta etapa con decisión, generosidad y valentía.

Petición:
Señor, dame la gracia de convertirme a ti con todo mi corazón.

Meditación:
Hoy comenzamos la Cuaresma, este tiempo de gracia y bendición que el Señor nos concede para acercarnos más a su amor. En este día, el Evangelio nos dice que Dios lo sabe todo, que Él ve en lo secreto. Esto quiere decir que está siempre presente a nuestro lado. Su mirada es justa frente al mal, pues como Él es amor y bondad, no puede ser indiferente ante el pecado. Pero su presencia junto a nosotros es, sobre todo, salvífica. Sabe, penetra, comprende todo lo que somos, pensamos y hacemos. Percibe nuestros espacios más secretos. No se trata de un simple conocer, pues en el lenguaje bíblico el conocimiento indica más bien una comunión entre el que conoce y el que es conocido. Por tanto, el Señor, al vernos está verdaderamente cerca, dentro de nosotros, mientras pensamos y actuamos. Su mano está junto a la nuestra en todo nuestro peregrinar por este mundo. Su compañía es apoyo y salvación. Por tanto, nos lleva a la confianza: Dios está siempre con nosotros. Su amor nunca nos abandona.

Reflexión apostólica:
Ojalá que en esta Cuaresma nos convenzamos de que la salvación de una sola alma vale toda la sangre de Cristo derramada en la cruz. Que de esta convicción brote el fuego del amor que nos lleve a hacer cuanto podamos para predicar y enseñar a Cristo. ¡Todo, con tal de dar a Cristo!

Propósito:
Acercarme al sacramento de la Reconciliación para comenzar bien la Cuaresma.

Diálogo con Cristo:
Señor, Tú me enseñas que el querer edificar mi vida pisando tus huellas y contigo significa construir sobre un fundamento que se llama amor crucificado. Te ofrezco hoy toda mi decisión para vivir esta Cuaresma en constante disposición de servicio, pues sólo así podré conocerte, amarte y darte a conocer a los demás.

«Cuando el alma está recogida dentro de sí, entonces es cuando Dios habla y cuando el alma puede escucharlo»
(Cristo al centro, n. 1704).

http://meditaciones.regnumchristi.org/

lunes, 8 de febrero de 2010

Cuando te asusta el futuro

Para orar. Preocuparse por lo que vale la pena.


Mensaje de Jesús

¿Por que te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?

Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.

No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma. JESÚS, YO CONFÍO EN TI.

Evita las preocupaciones, angustias y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después. No estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad.

Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: JESÚS, YO CONFÍO EN TI.

Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices: JESÚS, YO CONFÍO EN TI, no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo, YO TE AMO.

Si crees que las cosas empeoraron o se complican a pesar de tu oración sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora JESÚS, YO CONFÍO EN TI. Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles, Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía sólo en mí abandonándote en mí. Así que no te preocupes, echa en mí todas tus angustias y duerme tranquilamente. Dime siempre: JESÚS, YO CONFÍO EN TI y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.


Jesús

catholic.net/aprendeaorar

viernes, 5 de febrero de 2010

Oración de una madre



Transforma mi matrimonio en una continua revelación de alegría -sin discordias o estériles discusiones-, en un aluvión de bienaventuranzas


Oh mi amado y buen Jesús, apenas me queda tiempo para Ti. ¿Puede ser? ¡Que vergüenza! Un día y otro ando desquiciada en mil afanes, segura de poder solucionarlo todo, de llegar a todo. Sí, Tú eres Dios, mi alegría y mi descanso, Y Te quiero. Pero dime, si yo fallo, ¿quién hará las cosas? Ya ves mi casa, entre el ajetreo de los niños y sus estudios, entre la compra, las comidas y el polvo de las estanterías. Y atender a mis padres -tan mayores ya-, y a mis hermanos, sobrinos y demás parientes. ¿Mi marido? No creas que se me olvida. Ya sé que quieres que le atienda con más mimo, que cuide de su alma, que tenga paciencia. Pero ayúdame con él, Jesús mío, porque es como si siempre quisiera llevarme la contraria. ¿O sólo me lo parece a mí?

Es una de las peticiones que quiero hacerte. Darme sin resquicios a mi marido (tengo que ser más afectuosa), darme sin nervios a mis hijos, darme por entero a todos los que llevo en mi corazón. Pero quisiera hacerlo con un cariño más profundo, más delicado, más sosegado y, sobre todo, más sobrenatural. Porque la vida, mi vida, va a tal velocidad, que me precipito en mil vértigos. Es como si me faltara el aire, el oxígeno de Tu paz. Sé que pierdo el resuello mil veces en naderías, sin darme tiempo a tocar con mis manos apresuradas la eternidad de Tu Providencia. Ya me ves ahora, cabizbaja y agotada, ante Ti... No ando muy bien de esperanza Jesús mío, de confianza en tu divino proceder. Lo reconozco, y Te lo digo. Ayúdame a ser más tuya. Quisiera arrodillarme durante el día en todo lo que hago, que no hubiera gesto ni palabra que no sea para Ti; para ver en cada una de mis tareas una pequeña parte de esa cotidiana liturgia que desemboca en tu amor omnipotente.

Jesús, que no se apodere de mí nunca más el grito o la exasperación, el enfado o el zaherimiento. Y como no soy indispensable -aunque a veces lo piense- Te ofrezco desde ahora todo lo que soy. Toma mi corazón, mi boca y mis manos, toma mi carácter y mis nervios, toma mis prisas y mi impaciencia, y sé Tú su latido, su palabra, su mansedumbre y su ternura. Que se note el cambio, la conversión de mi conducta. Y que cada sonrisa, o lágrima, sea un acto de piedad en toda regla. Un signo más de Tu presencia en mi vida. Te lo ofrezco todo mi Jesús, hasta a mis hijos. Tómalos para Ti, para Tu gloria. Transforma también mi matrimonio en una continua revelación de alegría -sin discordias o estériles discusiones-, en un aluvión de bienaventuranzas que sirva para que las almas de los que nos conozcan se acerquen más a Ti.

Y una última cosa Jesús mío, que sabes que me cuesta especialmente. No dejes que piense que tengo siempre la razón. Aunque la tuviera. Con Tu ayuda quiero aprender el difícil arte de saber callarme a tiempo. Haciendo de ese silencio -¡cómo cuesta!- oración. A ejemplo de María, Madre de todas las madres. Así sea.

Autor: Guillermo Urbizu | Fuente: www.guillermourbizu.com
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...