Haz, Señor, que las tormentas de mi vida, sean calmadas con tu dulce presencia, a través de la oración y la vida sacramental. Amén.
Sólo tiene una palabra, una pequeña propuesta: "No temáis, no tengáis miedo". Con Él a nuestro lado no hay tormenta que nos pueda, ni incertidumbre que dure, ni oscuridad que nos deprima, ni proyecto que se nos resista. Dejemos el miedo, agarrémonos a la fe.
“Señor Jesús, purifícanos con Tu Amor, para que nuestras vidas sean restauradas y nuestras almas impregnadas de la Santidad que de Ti emana”
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