Si en este mundo, cuando una persona está enamorada de otra y ésta no le corresponde, se llega a los más graves extremos de tristeza, amargura e incluso a la locura misma, ¿qué será cuando un alma vea la Belleza infinita de Dios, que es el Amor mismo, y sea apartada de Él para siempre en el infierno, o por mucho tiempo en el Purgatorio?
Si en este mundo es tan fuerte el amor, que hace que nos enfermemos cuando la persona amada no nos ama, o por algún motivo no podemos estar con ella y poseerla, ¡qué tremendo será el perder para siempre al Amor increado, que es Dios y para el cual fuimos creados!
Pero no sólo se sufre en el infierno, sino que también en el Purgatorio se padecen penas pero de amor, porque entrevisto Dios en el juicio particular, el alma es separada de Él por un tiempo, que a veces puede llegar a ser de siglos y milenios.
Estas cosas las puede entender, aunque sea sólo un poco, quien ha amado mucho a alguien y por algún motivo no fue correspondido o no pudo concretar la unión con esa persona amada.
¡Cuánto se sufre esperando una llamada telefónica, una carta, un encuentro, que nunca llegan! Y eso mismo ocurre por ejemplo con las Almas del Purgatorio, que esperan ver a Dios, saber de Él, un detalle de su amor, pero muchas veces nadie se las da, porque los que vivimos en el mundo nos olvidamos de las almas que padecen en el Purgatorio y no las socorremos con oraciones y sufragios.
Si cuando uno ama fuertemente a alguien y no puede conseguir a esa persona, se llega a las más graves consecuencias como por ejemplo la locura y el suicidio, intentemos entender un poco lo que será la pérdida de Dios para las almas, tanto las que están en el Purgatorio, o muchísimo, infinitamente peor, las que están para siempre en el infierno.
Estamos a tiempo. Dios nos ama infinitamente y todavía nos espera, porque quiere estrecharnos a su pecho como a esposa amadísima. Basta que no pongamos obstáculos en nuestra vida, sino que cumplamos los Mandamientos y hagamos buenas obras para evitar el infierno, y también lo más posible el Purgatorio.
Pensemos en estas cosas y recordemos que lo que Dios quiere de nosotros es nuestro corazón, nuestro amor. Porque Él lo tiene todo, pero no tiene nuestro corazón, ¡y lo quiere! No regateemos con Él porque nos conviene entregárselo. ¿Acaso no le entregaríamos nuestro corazón a la persona amada, por la que nos desvelamos y por la que haríamos las más grandes hazañas para conquistarla? Bueno, Dios se merece mucho más, se merece que hagamos “locuras” por Él y por la salvación de las almas, porque Él es el Amor y fuimos creados para gozarle eternamente.
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