Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
Porque con tu santa cruz has redimido al mundo.
Dios mío, qué escena tan dramática y triste. Veo a los obreros bajando tu cuerpo con la ayuda de un sudario que uno de ellos sostiene entre sus dientes. Se apoyan firmemente en los brazos de la cruz. ¡Qué fuerte debe ser esa cruz! Veo a John, con un pie en la escalera y la espalda arqueada, sosteniendo tu espalda baja. Uno de tus pies se apoya suavemente en el hombro de María Magdalena. Tu madre está de pie al pie del árbol del sacrificio, extendiendo sus brazos hacia ti. Está deseando volver a abrazarte.
Hoy me centro en tu madre. Nuestra madre. No puedo imaginar lo que debe ser para ella ver a su hijo torturado, maltratado y luego clavado en una cruz en el foro público para que todo el mundo lo vea... Abre mis ojos, Señor Jesús, para que yo también pueda estar ahí para alguien apenado, desamparado o afligido.
Cuando alguien muere, de repente me vuelvo muy amable con esa persona. ¿Pero qué pasa cuando viven? Jesús mío, ayúdame a ver las cosas buenas en todas las personas que conozco, y haz que las ame.
Padre nuestro, que estás en el cielo...
Ave María, llena de gracia...
Gloria al Padre y al Hijo...
Lectura normal del Evangelio del día: Juan 13:1-15:
Era antes de la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre. Siempre había amado a los suyos en el mundo, pero ahora mostraba cuán perfecto era su amor.
Estaban cenando, y el diablo ya había metido en la cabeza de Judas Iscariote, hijo de Simón, que lo traicionara. Jesús, sabiendo que el Padre lo había puesto todo en sus manos, y que había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se quitó el manto y, tomando una toalla, se la puso alrededor de la cintura; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba puesta. Se acercó a Simón Pedro, que le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar los pies? Jesús respondió: "De momento no sabes lo que hago, pero más tarde lo entenderás". Nunca", dijo Pedro, "nunca me lavarás los pies". Jesús respondió: "Si no te lavo, no puedes tener nada en común conmigo". Entonces, Señor -dijo Simón Pedro-, no sólo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza. Jesús le dijo: "Nadie que se haya bañado necesita lavarse, está limpio del todo. También vosotros estáis limpios, aunque no todos lo estéis'. Sabía quién iba a traicionarle, por eso dijo: "aunque no todos lo estáis".
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