Dibujo de Alberto Durero (1471-1528),
Dibujado 1503-1505,
Lápiz y carboncillo sobre papel
© British Museum, Londres
Juan 19: 23-24
Los soldados tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado. También tomaron su túnica; ésta no tenía costuras, estaba tejida de una sola pieza desde arriba. Entonces se dijeron unos a otros: "No la rompamos, sino echemos suertes para ver quién se la queda". Así se cumplía lo que dice la Escritura: "Se repartieron mi ropa y la echaron a suertes".
Reflexión sobre el dibujo
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
Porque con tu santa cruz has redimido al mundo.
¡Con qué rudeza te tratan! Te golpean, te desnudan, te humillan... Ahora no llevas nada... aparte de la corona de espinas, ferozmente atravesada en tu cabeza. Ya no puedo distinguir entre las espinas y tu propio pelo.
Me centro en tu cara. Tienes la cabeza inclinada hacia atrás, con angustia y dolor, mientras te arrancan la ropa. Un poco de tela se adhiere a tu carne desgarrada y, cuando los soldados la arrancan, tu piel se desgarra de nuevo. Qué tortura, qué dolor.
Te has vaciado de verdad. Por favor, Jesús mío, dame la gracia de despojarme de todo lo que me separa de ti.
Padre nuestro, que estás en el cielo...
Ave María, llena de gracia...
Gloria al Padre y al Hijo...
Lectura normal del Evangelio del día: Juan 12:1-11:
Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le dieron una cena; Marta los atendía y Lázaro estaba entre los comensales. María trajo una libra de ungüento muy costoso, de nardo puro, y con él ungió los pies de Jesús, secándolos con sus cabellos; la casa se llenó del olor del ungüento. Entonces Judas Iscariote -uno de sus discípulos, el hombre que lo iba a traicionar- dijo: "¿Por qué no se vendió este ungüento por trescientos denarios y se dio el dinero a los pobres?" Lo dijo, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón; estaba a cargo del fondo común y solía servirse de las contribuciones. Entonces Jesús le dijo: 'Déjala; tenía que guardar este perfume para el día de mi entierro. A los pobres los tienes siempre contigo, a mí no me tendrás siempre'.
Mientras tanto, un gran número de judíos se enteraron de que estaba allí y vinieron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Entonces los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, ya que por su causa muchos de los judíos los abandonaban y creían en Jesús.
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