A ninguna creatura ha querido Dios tanto como a su propia Madre, y sin embargo ninguna creatura ha sufrido tanto como ella.
Es que quizá no pueda darse un error tan grande y tan pernicioso como el pensar que el dolor es un castigo de Dios; nada más erróneo.
Dios permite que sus hijos e hijas sufran para unirlos e identificarlos más con el dolor Salvador de Jesucristo.
El dolor ofrecido a Dios por amor, sobre todo el dolor del inocente, del que sufre por amar de verdad, salva y purifica al mundo.
Sólo quien ama en profundidad conoce el sentido del dolor, e intuye que florecerá en resurección.
Más aún, cuando el amor ilumina el sufrimiento, este se convierte en fuente de paz y de comprensión del sufrimiento de los demás.
MADRE AMABLE, ENSÉÑANOS EL SENTIDO DE SUFRIR POR DIOS CON AMOR
Padre Nuestro. . .
Ave María. . .
Gloria. . .
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