He aquí que nuestro Amado, racimo de alheña, bouquet de mirra (cf. Cant 1,12-13), después de celebrar el festín rico y refinado y cantar el himno, sale con sus discípulos hacia el Monte de los Olivos. Allí, pasa toda la noche sin dormir, preocupado por cumplir la obra de nuestra salvación. Se aleja de los apóstoles, tiene una tristeza de muerte. Se arrodilla delante de su Padre y le pregunta si es posible que esa hora pasara lejos de él. Pero somete su voluntad a la voluntad del Padre (cf. Mt 26,38-39). Entrado en agonía, “su sudor eran como gotas de sangre” (cf. Lc 22,4).
Después de esto, traicionado por uno de sus discípulos con un beso, es prendido y llevado como un malhechor. Su rostro está velado, luego lo cubren de insultos y escupidas. Lo golpean en la cabeza con una caña, le pegan, lo flagelan atado a una columna. Es coronado de espinas, condenado a muerte. Cargan sobre sus espaldas la madera de la cruz, lo ponen en camino hacia el Calvario. Despojado de sus vestiduras, crucificado entre dos ladrones, abrevado con hiel y vinagre, insultado, es blasfemado por los que pasan.
¿Qué podemos agregar? La Vida muere por la muerte que somos. ¡Ojos de nuestro Amado, cerrados en la muerte! Rostro inclinado y exangüe, sobre el que los ángeles aman fijar la mirada. ¡Labios, panal de miel que destila palabras de vida eterna, devenidos lívidos! ¡Maestro que pende inclinado y hace temblar a los ángeles! ¡Manos que tocando hacen desaparecer la lepra, devuelven la vista, expulsan al demonio, multiplican los panes! ¡Estas manos están atravesadas por clavos, bañadas en sangre!
Amados hermanos, recojamos todo esto, compongamos un bouquet de mirra, pongámoslo sobre nuestro pecho, llevémoslo en nuestro corazón, (…) para poder resucitar con él al tercer día. ¡Qué el que es bendito en los siglos, nos obtenga todo esto! Amén.
San Antonio de Padua (1195-1231)
franciscano, doctor de la Iglesia
Sermón para la Cena del Señor (Une Parole évangélique, Franciscaines, 1995).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma