En este breve trance que es la vida,
nos deleitamos en lo perecedero
y olvidamos que lo eterno
nos espera en el sagrario cada día.
Allá donde la razón no alcanza
a comprender los misterios de Dios,
se alza Cristo en su cárcel de amor
para que los saboree el alma.
¿Es posible, Señor, que tan alto sea tu amor
que lo eterno se haga finito
para que nuestro cuerpo y alma
se conviertan en templo de Dios?
Dime que fuiste Tú, Señor,
aquella noche en silenciosa vela,
en la que el sagrario abrió sus puertas,
quien susurró en mi alma una voz.
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
Dios enclaustrado, preso por Amor.
A ti me acercaré, y en la más pura intimidad
grabaré en ti, Sagrada Forma, mi alma y corazón.
nos deleitamos en lo perecedero
y olvidamos que lo eterno
nos espera en el sagrario cada día.
Allá donde la razón no alcanza
a comprender los misterios de Dios,
se alza Cristo en su cárcel de amor
para que los saboree el alma.
¿Es posible, Señor, que tan alto sea tu amor
que lo eterno se haga finito
para que nuestro cuerpo y alma
se conviertan en templo de Dios?
Dime que fuiste Tú, Señor,
aquella noche en silenciosa vela,
en la que el sagrario abrió sus puertas,
quien susurró en mi alma una voz.
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
Dios enclaustrado, preso por Amor.
A ti me acercaré, y en la más pura intimidad
grabaré en ti, Sagrada Forma, mi alma y corazón.
Madrid, España
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