Y ahora, que callen los ruidos
y las palabras vacías.
Que calle la cháchara sin sentido
y las voces estridentes.
Haced silencio
y disponeos a contemplar
el misterio.
Que no os distraiga
el ruido de los ramos y la alegría de los Hossannah.
El peligro es real.
El mal no descansa.
Jerusalén volverá a ser
escenario de amistad y traición,
de pasión y muerte,
de desesperación
y de nueva esperanza.
Pero hemos de recorrer el camino. Tras sus huellas.
Tras los pasos del que siendo el mayor se hizo el más pequeño.
Doblad la rodilla,
con la toalla en las manos,
para reconocer la verdadera grandeza.
Dejad que en vuestro corazón resuene
el Nombre-Sobre-Todo Nombre.
En este domingo de Ramos,
puerta a la Semana Santa,
disponeos, hermanos,
a contemplar al amor desnudo.
Es la hora.
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