Hemos sido creados para el cielo. ¿Por qué vivimos como si tal
realidad no nos aguardara? ¿Por qué preferimos lo pasajero, lo efímero, lo
superficial y no lo sustancial?
Jesús con los sacramentos, con la ayuda de la Santa Madre Iglesia,
con nuestra Madre, la Santísima Virgen, nos ha dado alas para volar alto.
Un alma aferrada al pecado no puede volar, no tiene alas. Es un
pájaro herido. Un alma caminante con la vista en el cielo, bendecida por Dios,
lo puede todo.
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