No debemos perder de vista que esta vida terrena es un medio para
conquistar la Vida verdadera, la Vida con mayúscula que es el Cielo.
Muchos se olvidan que esta vida sobre la tierra es un tiempo de prueba, y entonces tratan de vivirla a pleno, disfrutando de todo incluso contra los Mandamientos, y así pierden el Paraíso.
Ya lo ha dicho el Señor en su Evangelio que quien quiera salvar su vida, la perderá. Es decir que quien se olvide de que este tiempo de vida en la tierra es para aprovecharlo a ganar el Cielo, disfrutará sí de este mundo, pero se irá al Infierno.
No perdamos de vista el fin para el que hemos sido creados, que es para ser felices para siempre en el Cielo, y que para lograrlo tenemos que invertir este tiempo de vida en hacer el bien, evitar el mal, y ofrecernos a Dios haciendo su voluntad.
Porque Dios quiere que seamos felices y para ello ha creado el Paraíso, donde seremos felices para siempre, pero después de haber pasado esta prueba en el mundo, que tendrá sinsabores y lágrimas, puesto que este mundo yace bajo el poder del Maligno, que hace sufrir a los hijos de Dios.
Vivamos sabiendo que de un momento a otro tendremos que partir hacia la eternidad y aquello sí será ya definitivo. Miremos cómo estamos viviendo, si estamos en gracia de Dios, preparados para dar el salto al más allá.
El mundo está lleno de muertes repentinas, y como sucedió a aquel hombre del Evangelio cuyos campos habían producido tanto que no sabía dónde guardar la cosecha para vivir tranquilo y feliz por mucho tiempo, y que sin embargo esa misma noche murió y tuvo que dejarlo todo, y no estaba preparado para partir.
Así también nos puede suceder a nosotros, que atareados en las cosas de este
mundo, y enceguecidos por las riquezas y los bienes materiales, creemos tocar
el cielo con las manos, y estamos en grave peligro pues si nos tocara partir a
la eternidad, quizás no estamos preparados.
Recordemos que esta vida es pasajera, y que la que vale y es para siempre es la eternidad. Siendo esto así no nos embriagaremos tanto con los triunfos de aquí abajo, ni nos desalentaremos tanto con las desgracias y sinsabores que debamos pasar.
Dios es bueno y nos cuida. Y cuando más nos quiere, es cuando más nos pone a prueba, porque los buenos padres corrigen a sus hijos. En cambio si Dios nos deja a la deriva, seguramente obtendremos muchos logros humanos, pero esto es de temer porque quizás Dios nos ha abandonado a nuestros caprichos y ya no se ocupa más de nosotros.
No temamos las correcciones de Dios, que son puro amor hacia nosotros.
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