–De una parte, mis
pecados. De otra, la triste realidad de los sufrimientos de nuestra Madre la
Iglesia; la apatía de tantos católicos que tienen un "querer sin
querer"; la separación –por diversos motivos– de seres amados; las
enfermedades y tribulaciones, ajenas y propias...
La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa: «Fiat,
adimpleatur...!» –¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente
ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas!
Amén. Amén. (Forja, 769)
La Cruz no es la pena, ni el disgusto, ni la amargura... Es el
madero santo donde triunfa Jesucristo..., y donde triunfamos nosotros, cuando recibimos
con alegría y generosamente lo que El nos envía. (Forja, 788)
¡Sacrificio, sacrificio! –Es verdad que seguir a Jesucristo –lo ha
dicho El– es llevar la Cruz. Pero no me gusta oír a las almas que aman al Señor
hablar tanto de cruces y de renuncias: porque, cuando hay Amor, el sacrificio
es gustoso –aunque cueste– y la cruz es la Santa Cruz.
–El alma que sabe amar y entregarse así, se colma de alegría y de
paz. Entonces, ¿por qué insistir en "sacrificio", como buscando
consuelo, si la Cruz de Cristo –que es tu vida– te hace feliz? (Surco,
249)
San Josemaría - www.opusdei.es
Oh cruz gloriosa,
resplandeces en el cielo y en la tierra. Cruz gloriosa, tú reinarás.
"¡Cómo brilla
la cruz, de la que colgó Dios en carne humana y en la que, con su sangre, lavó
nuestras heridas!"
Alejandro María
En la cruz renace siempre nuestra esperanza. Es una esperanza
diferente de las del mundo, porque nace del amor de Jesús.
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