Muchos
conocen los dolores de Nuestra Señora, pero ¿y sus alegrías?
La Corona de las Siete Alegrías de la
Virgen María, también llamada Rosario Franciscano, surgió a principios del
siglo XV en Italia, en la época de san Bernardino de Siena (1380-1444). En esta
oración, los franciscanos recuerdan las alegrías de Nuestra Señora.
Según una antigua tradición, antes de su
Asunción de los cielos, María vivió 72 años en la Tierra. Por eso, en la Corona
de las Siete Alegrías rezamos dos Avemarías antes de las siete decenas para
completar un Avemaría por cada año de vida de nuestra Madre del cielo.
Introducción
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu
Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Se reza el Credo, un Padrenuestro y 2
Avemarías.
Primera
alegría de María: El ángel Gabriel le anuncia el nacimiento de Jesús.
– Lc 1,30-31.38 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen de la escucha, tú eres
la llena de gracia,
tú eres la humilde esclava del Señor.
Tú has dado libremente tu sí al anuncio del ángel
y te has convertido en madre del Hijo de Dios hecho hombre.
Enséñanos a decir siempre sí al Señor, aunque nos cueste.
tú eres la humilde esclava del Señor.
Tú has dado libremente tu sí al anuncio del ángel
y te has convertido en madre del Hijo de Dios hecho hombre.
Enséñanos a decir siempre sí al Señor, aunque nos cueste.
Segunda
alegría: María visita a su pariente Isabel
– Lc 1,39-42 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Tú, María, madre del Señor, llevando a
Jesús, que ha tomado cuerpo
en ti, vas a visitar con gozosa premura a la anciana prima Isabel,
para ponerte a su servicio. A tu saludo, su hijo es santificado
por la presencia del Salvador. Enséñanos, Madre de Dios,
a anunciar y llevar siempre a Jesús a los demás.
en ti, vas a visitar con gozosa premura a la anciana prima Isabel,
para ponerte a su servicio. A tu saludo, su hijo es santificado
por la presencia del Salvador. Enséñanos, Madre de Dios,
a anunciar y llevar siempre a Jesús a los demás.
Tercera
alegría: Jesús, Hijo de Dios, nace de la Virgen María
– Lc 2,6-7 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, madre siempre Virgen, en la
pobreza de una cueva
has dado a luz a Jesús, venido al mundo para nuestra salvación.
Tú adoras como Hijo de Dios al que has engendrado.
Guíanos por el camino de una fe viva en Jesús, nuestro Señor y Salvador.
has dado a luz a Jesús, venido al mundo para nuestra salvación.
Tú adoras como Hijo de Dios al que has engendrado.
Guíanos por el camino de una fe viva en Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Cuarta
alegría: Unos magos de Oriente adoran al niño Jesús en Belén
– Mt 2,1.11 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, pobre y humilde de corazón,
enséñanos a no juzgar,
sino a confiar únicamente en la misericordia de Dios,
que no hace distinción de personas. Porque, si nuestra fe
no se traduce en obras, muchos “magos” nos irán por delante
en el reino de los cielos.
sino a confiar únicamente en la misericordia de Dios,
que no hace distinción de personas. Porque, si nuestra fe
no se traduce en obras, muchos “magos” nos irán por delante
en el reino de los cielos.
Quinta
alegría: María y José encuentran al niño Jesús en el Templo.
– Lc 2,43.46.48-49 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen del silencio, tú saltas
de gozo al encontrar
a Jesús en el templo de Jerusalén, y adoras el misterio
del Hijo de Dios Creador, que en Nazaret vive obediente a sus criaturas.
Enséñanos a buscar siempre a Jesús y a vivir en su obediencia.
a Jesús en el templo de Jerusalén, y adoras el misterio
del Hijo de Dios Creador, que en Nazaret vive obediente a sus criaturas.
Enséñanos a buscar siempre a Jesús y a vivir en su obediencia.
Sexta
alegría: Jesús resucita victorioso de la muerte y se aparece a los suyos
– Hch 1,14; 2,1-4 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, fuente del gozo, tú eres la
madre del Señor resucitado.
Él es quien ha vencido la muerte. El es nuestra esperanza
en el camino de la vida. Enséñanos, María, a vencer la muerte del
egoísmo, para vivir en la resurrección del amor.
Él es quien ha vencido la muerte. El es nuestra esperanza
en el camino de la vida. Enséñanos, María, a vencer la muerte del
egoísmo, para vivir en la resurrección del amor.
Séptima
alegría: María es elevada al cielo y coronada como reina y primicia de la
humanidad redimida.
– Ap 11,19; 12,1 y reflexión
– Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Reina de los ángeles y de los
santos, coronada
de gloria y honor en el gozo sin fin del paraíso,
tú brillas delante de nosotros como estrella de la mañana.
Enséñanos, Madre, a caminar por el mundo con la mirada puesta
allá donde está el gozo auténtico y definitivo.
de gloria y honor en el gozo sin fin del paraíso,
tú brillas delante de nosotros como estrella de la mañana.
Enséñanos, Madre, a caminar por el mundo con la mirada puesta
allá donde está el gozo auténtico y definitivo.
Letanías
de nuestra Señora
Se recitan las letanías lauretanas u
otras semejantes
Saludo
a la Virgen
Se puede decir la Salve, o el siguiente
Saludo de San Francisco:
Salve, Señora, santa Reina, santa Madre
de Dios,
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien.
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
salve, casa suya, salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya,
y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes,
para que de infieles se vuelvan fieles a Dios.
salve, casa suya, salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya,
y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes,
para que de infieles se vuelvan fieles a Dios.
Conclusión
Oremos: Oh Dios, que en la gloriosa
resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, concédenos por
intercesión de la Virgen María poder gozar de las alegrías sin fin de la vida
eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Amén.
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