Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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miércoles, 13 de septiembre de 2017

El cielo, la tierra y todas las cosas me están diciendo que te ame






Viendo Dios que los hombres se dejan atraer por los beneficios, quiso, mediante sus dádivas, cautivarlos a su amor, y prorrumpió: “Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor” (Os. 3, 14).

Después de haberlo dotado de alma, imagen perfectísima suya y enriquecida de tres potencias, memoria, entendimiento y voluntad, y haberle dado un cuerpo hermoseado con los sentidos, creó para él el cielo y la tierra y cuanto en ellos hay «El cielo, la tierra y todas las cosas me están diciendo que te ame», decía San Agustín. Señor mío, proseguía, todo cuanto veo en la tierra y fuera de ella, todo me habla y me exhorta a amaros, porque todo me dice que vos lo habéis creado por mí.
 
El abate Rancé, fundador de la Trapa, cuando desde su eremitorio se detenía a contemplar las colinas, las fuentes, los regatillos, las flores, los planetas, los cielos, sentía que todas estas criaturas le inflamaban en amor a Dios, que por su amor las había creado. También Santa María Magdalena de Pazzi, cuando cogía una hermosa flor, se sentía abrasar en amor divino y exclamaba: «¿Conque Dios desde toda la eternidad pensó en crear esta florecita por mí?"

(Práctica de amor a Jesucristo, san Alfonso María de Ligorio)


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