En el ambiente profano de hoy, de cada adelanto de la ciencia se
hace un arma contra la religión. La política cuenta entre sus fines
principales, y en formas más o menos declaradas, descristianizar a los pueblos.
El derecho y la moral, después de haber echado a Dios de su campo, buscan
afanosos un clavo ardiendo a que agarrarse, algo que les pueda servir de
cimiento, por deleznable que sea, para sustituir a Cristo. Así, ¿qué tiene de
extraño que nada se tenga en pie, que todo se tambalee, que todo esté en crisis
en los tiempos que corremos... ? Faltó la teología, faltó la fe, y faltó,
consiguientemente, como el alma de la humanidad. La razón autónoma no pudo
sostenerse. Se perdió el sentido de la vida y, naturalmente, el de la muerte.
Y, al querer suprimir misterios, todo se convirtió en misterio; y el hombre no
encuentra ni fuera ni dentro de sí, sino insolubles problemas. Y nuestra
voluntad con ansias infinitas, ¿adonde se encaminará?... ¿Cerrar los ojos?
¿Dejar que la bestia impere...? Pero hay algo vivo siempre en nuestro interior
que no se sacia, que no se puede saciar con lo que se sacian las bestias.
«Hicístenos, Señor, para ti, decía San Agustín, y nuestro corazón no descansa
mientras no descanse en ti».
Antonio Royo Marín (Teólogo)
Antonio Royo Marín (Teólogo)
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