(Mt 17,20)
Pidamos al Padre, a Cristo Jesús, su Verbo, esta
luz de la fe. Hemos recibido el principio en el bautismo, pero debemos
conservar y desarrollar este germen divino. ¿Cuál es la cooperación que Dios
espera de nosotros?
Espera primeramente nuestra oración. La fe es un
don de Dios, el espíritu de fe viene del Espíritu de Dios: “Señor, auméntanos
la fe” (Lc 17,5). Como en el evangelio del hijo enfermo, digamos seguido a
Cristo Jesús: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Mc 9,24). Es Dios, en
efecto, como causa eficiente, el único que puede aumentar la fe en nosotros.
Nuestro rol es meritar este crecimiento con nuestras oraciones y buenas obras.
Cuando hemos obtenido la fe, tenemos el deber de
ejercerla. Dios nos otorga en el bautismo el “hábito” de la fe. Es una
“fuerza”, una “potencia”, pero esta fuerza no tiene que quedarse inactiva. Este
“hábito” se anquilosa, por así decir, si no se ejercita. Este “hábito” debe
irse fortificando cada vez más por los actos correspondientes. No tenemos que
ser esas almas en las que la fe permanece dormida.
Renovemos frecuentemente nuestros actos de fe, no
sólo durante nuestros ejercicios de piedad, sino también en los menudos
detalles de nuestra vida. Según los consejos, “cada día” debemos caminar en
esta luz.
Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
Nuestra fe, victoria sobre el mundo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org
abad
Nuestra fe, victoria sobre el mundo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org
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