Nos han bien explicado que todo lo que tenemos que hacer en la tierra es
amar a Dios.
Para que no estemos indecisos, sin saber cómo hacer, Jesús nos dice que
la única forma, única receta y camino, es amarnos unos a otros.
Esta caridad también es teologal, porque nos une inseparablemente a Él,
es la única puerta, única entrada al amor de Dios. Las virtudes son los caminos
que llegan a esta puerta.
Todas son hechas para conducirnos hasta allí más alegres y seguros.
Una virtud que no llega ahí, es una virtud que se hizo necia. (…)
Quizás
pueda contentarnos
llegar
a una humildad sensacional,
o
a una pobreza imbatible,
o
a una obediencia imperturbable,
o
a una pureza a toda prueba.
Eso
podrá contentarnos.
Pero
si esta humildad, pobreza, pureza, obediencia,
no
nos hacen encontrar la bondad,
si
la gente de nuestra casa, calle, ciudad,
tiene
siempre hambre o frío,
si
están siempre tristes, sombríos o solos,
quizás
seremos héroes.
Pero
no seremos de los que aman a Dios.
Las
virtudes son como las vírgenes prudentes.
Con
su lámpara en mano,
permanecen
acurrucadas junto a la única puerta,
puerta
de la dilección,
de
la solicitud fraterna,
única
puerta que se abre a las bodas
de
Dios con sus amigos.
Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
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