(cf. Mt
16,24)
Gertrudis rezaba, apenada por una persona que había proferido palabras
de impaciencia preguntando por qué Dios le había enviado pruebas que no estaban
hechas para ella. Entonces el Señor dijo a Gertrudis: “Pregúntale cuáles son
las pruebas hechas para ella. Ya que es imposible entrar en el reino de los
cielos sin pruebas, que elija las que son hechas para ella y que cuando
llegarán, guarde la paciencia”. Estas palabras del Señor le hicieron comprender
que la forma más peligrosa de impaciencia es imaginar poder ser paciente en
otras ocasiones, pero considerarlo cosa imposible con lo que Dios ahora nos
envía. Al contrario, debemos estar seguros que lo mejor es precisamente lo que
Dios envía y si nos falta la paciencia para soportarlo, tomarlo como un aporte
para la humildad.
El Señor agregó con ternura amorosa: “¿Qué te parece esto, en lo que te
concierne? ¿No te envío pruebas que no son hechas para ti?” Gertrudis dijo:
“Para nada, mi Dios. Confieso y confesaré hasta mi último soplo que tanto en el
cuerpo como en el alma, en la prosperidad o la adversidad, me ha gobernado de
una forma tan constantemente perfecta como no es posible esperar de ninguna
sabiduría, en ningún tiempo, desde el comienzo hasta el fin. Sólo de Usted, mi
Dios, infinitamente manso, única Sabiduría increada, desplegada de un cabo del
mundo al otro, rigiendo todas las cosas con fuerza y mansedumbre” (cf. Sab
8,1).
Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
El Heraldo, Libro III, (SC 143. Œuvres spirituelles, Cerf, 1968), trad. sc©evangelizo.org
monja benedictina
El Heraldo, Libro III, (SC 143. Œuvres spirituelles, Cerf, 1968), trad. sc©evangelizo.org
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