Nos sentimos seguros en la roca de la Santa Iglesia. (…) Nunca las
promesas de Cristo han traicionado a la esperanza, (…) Ellas Nos fortalecen,
por encima de tantas dificultades actuales y de tantas vicisitudes por las que
estamos atravesando.
Los reinos y los imperios desaparecen; con frecuencia, las naciones se
destruyeron a sí mismas, a pesar de su fama y de su cultura, como agostadas por
la vejez. Pero la Iglesia, fiel a su propia naturaleza, sin romper jamás el
lazo que la une al celestial Esposo, vive hasta hoy como una flor de juventud
perenne, sostenida por la fuerza que proviene del corazón traspasado de Cristo
muerto en la Cruz. Los poderosos de la tierra la combatieron; ellos han
desaparecido, ella sobrevive. Los filósofos inventaron mil caminos, alabándose
a sí mismos, como si por fin hubieran conseguido destruir la doctrina de la
Iglesia, hundir los fundamentos de la fe y demostrar lo absurdo de su
magisterio. Sin embargo, la historia enseña que aquellos caminos terminaron
desiertos, mientras que la luz de la verdad que procede de Pedro ilumina con la
misma intensidad con que Jesús la hizo nacer y la mantiene según la divina
sentencia: el cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no fallaran (Mt 24,35).
(…)
Así, (…) orientad los pasos de la mente, como habéis hecho desde el
principio, hacia la seguridad de esa roca sobre la que nuestro Redentor, como
sabéis, fundó la Iglesia en todo el mundo, de manera que el recto andar de un
corazón sincero no se aparte por caminos equivocados.
San Pío X (1835-1914)
papa 1903-1914
Encíclica “Iuncunda sane” 7-8.10 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
papa 1903-1914
Encíclica “Iuncunda sane” 7-8.10 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
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