(ZENIT – Roma) El
papa Francisco ha enviado por la tarde de este miércoles, un mensaje vídeo al
pueblo portugués, que precede su peregrinación al Santuario Fátima,
el viernes 12 y el sábado 13 de mayo, con motivo del centenario del evento
sobrenatural.
El texto del
mensaje:
¡Querido pueblo
portugués! Faltan pocos días para la peregrinación mia y vuestra,
para poder estar junto a Nuestra Señora de Fátima, viviéndolos en feliz
expectativa de nuestro encuentro en la casa de la Madre. Sé bien que me
querrían también en vuestras casas y comunidades, en vuestras aldeas y
ciudades: ¡la invitación me llegó, sobra decir que me gustaría aceptarla,
pero no me es posible!
Desde ya agradezco
la comprensión con que las diversas autoridades acogieron mi decisión de
circunscribir la visita a los momentos y actos propios de la peregrinación en
el Santuario de Fátima, marcando mi encuentro con todos a los pies de
la Virgen Madre.
De hecho, es en las
vestiduras de Pastor universal que me presento ante Ella, ofreciéndole el ramo
de las más lindas flores que Jesús confió a mis cuidados (Jn 21, 15-17), es
decir, los hermanos y hermanas del mundo entero rescatadas por su sangre, sin
excluir a nadie.
Como ven, necesito
tenerlos conmigo; necesito vuestra unión (física o espiritual, lo importante
es que sea de corazón) para mi ramo de flores, mi «rosa de oro». Formando
nosotros «un solo corazón y una sola alma» (cf. At 4, 32), les entregaré a
todos a la Virgen, pidiéndole para que le diga a cada uno: «Mi Inmaculado
Corazón será tu refugio, camino que te conducirá hasta Dios» (Aparición de
junio de 1917).
“Con María,
peregrino en la esperanza y en la paz”: así dice el lema de esta
peregrinación, siendo todo un programa de conversión. Para ese momento
bendecido que culmina en este centenario lleno de momentos
bendecidos, me alegra saber que se están preparando con intensa oración.
Esto ensancha nuestro corazón y lo prepara para recibir los dones de Dios.
Les agradezco las
oraciones y sacrificios que diariamente ofrecen por mí y las necesito, pues soy
un pecador entre los pecadores, «un hombre de labios impuros, que habita en
medio de un pueblo de labios impuros» (Is 6, 5).
La oración ilumina
mis ojos para saber mirar a otros como Dios los ve, para amar a otros como Él
los ama. En su nombre, vengo con la alegría de compartir con vosotros el
Evangelio de la esperanza y de la paz. ¡El Señor los bendiga y la Virgen Madre
les proteja! “.
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