Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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domingo, 14 de mayo de 2017

JESÚS; ¿ES EL TODO?



El Buen Pastor, que nos descubre una puerta con horizonte amplio y divino, nos presenta tres “ases” para una buena jugada en esta tierra: es el Camino, es la Vida y es la Verdad. Combinarlas, sin confundirlas con otras cartas con trampa y de cartón, será nuestra misión y sobre todo nuestro reto.

1. Los primeros seguidores de Jesús no pensemos que lo tenían fácil ni claro. Había que optar por Jesús. Estaban un tanto desconcertados con sus palabras y, para colmo, ya no era que Cristo tuviera que ser el eje fundamental de su vida sino que, dando una vuelta más a la tuerca, habría de convertirse en el único camino, en la auténtica verdad y en la referencia más absoluta para su vivir. Cada uno vivía como vía (con sus propias cartas) y a nadie se le escondía que seguir a Jesús era trigo molido.

-Frente a las confusiones de las ideologías dominantes, Jesús, es un camino que aporta seguridad y confianza

-Frente a las falsedades, maquilladas con la crema del modernismo, se alza la verdad de un Jesús sustentada en Dios y no, como la del mundo, en los intereses de algunos en contra de otros

-Frente a la muerte, a veces pregonada como avance (el aborto, la eutanasia o muerte asistida), Cristo nos recuerda que su proyecto es un plan de vida y que nadie, excepto el Padre, puede considerarse dueño de la vida de los demás.

2. Como siempre nos queda una asignatura pendiente: creer y conocer a Jesús. Para testimoniarlo primero hay que sentirlo (como María en sus entrañas), reconocerlo (como los de Emaús) e imitarlo (como los apóstoles) desde el convencimiento y no como si fuera un simple disfraz semanal. El mayor peligro y contradicción que muchos católicos podemos tener es hacer de Jesús un insignificante atajo (no camino) por el que nos colamos cuando queremos para recibir simplemente unos sacramentos; cuando lo entendemos como un consejo (no como verdad suprema). 

Ya sabemos que una famosa sentencia aquello de “existen muchos caminos que conducen a la única vedad”. Pero ello no nos quita para que, como cristianos, estemos convencidos de que el único CAMINO (certero, limpio, justo, y comprometido) que nos lleva a Dios es precisamente Jesucristo Salvador. Decir lo contrario es caer en una religión a la carta: recojo esto que me conviene y dejo aquello que no me agrada.

3.- Frente a senderos relativistas apostemos por un Jesús permanente y auténtico. Ante aquellos que proclaman sus ideas como verdades, dejémonos seducir por un Señor que coloca la verdad en el lugar que le corresponde y, ante “vidas minúsculas” acerquémonos a Cristo como fuente y cumbre de una vida que es antesala de otra que nos aguarda.


 Javier Leoz



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