Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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domingo, 28 de mayo de 2017

Ya no más preguntas.


Dijo el Señor en su Evangelio: “También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas.” Jn 16, 22-23. 

Y quizás nosotros también estamos tristes por las cosas que nos pasan, por lo que vivimos o las situaciones que viven quienes amamos. Y nos surge la pregunta: “¿Por qué, Señor, permites estas cosas?” Y no entendemos. 

Pero llegará el Día en que tendremos todas las respuestas a los misteriosos porqués. Dios nos revelará todo, y nuestra vida se presentará ante nuestros ojos con toda la verdad. Y entonces veremos lo bueno que fue Dios con nosotros y con todas sus criaturas. Aquél día no le haremos más preguntas al Señor, y tendremos una Alegría que nada ni nadie nos podrá quitar. 

Mientras tanto, mientras vivimos en este mundo, es lógico que suframos tristezas y desgracias, porque no estamos en el Cielo, sino en la Tierra, en este valle de lágrimas, como llama a este mundo la oración de la Salve. 

Hagamos, entonces, el propósito de pensar en el Cielo que nos espera, en la felicidad y alegría eternas que Dios nos tiene preparadas, y así viviremos contentos y felices, o al menos, resignados, sabiendo que Dios dispone todas las cosas para bien de sus hijos. 

El demonio no nos quiere ver felices y nos amarga la vida con la maldad que causa en el mundo, en nosotros y en quienes amamos, para que nos rebelemos contra Dios y Le acusemos de dureza e insensibilidad. 

¡No hagamos así! ¡No acusemos a Dios! Tratemos de alabarlo y darle gracias en todas las ocasiones, porque llegará el día, en el tiempo o en la eternidad, en que entenderemos todos los misteriosos porqués de las cosas que nos han sucedido. 

Suspiremos por ese momento dichoso en que nos abismaremos en la Felicidad de Dios, en el Cielo bendito que el Señor ha creado para nosotros, y al que llegaremos si somos fieles a pesar de todo, y si creemos y confiamos en Dios a pesar de todas las apariencias y hechos que nos contraríen. 

Aprendamos del justo Job, que soportó los males sin haberlos merecido, pero que después de un tiempo recibió su recompensa. Y mientras tanto, mientras no entendemos y estamos en medio del sufrimiento y la oscuridad, suspendamos el juicio, no acusemos a Dios, no le preguntemos el porqué, sino confiemos en Él, que ve toda nuestra situación dolorosa, que tiene una finalidad, y que descubriremos al pasar el tiempo, o en la eternidad. 

Que el Espíritu Santo nos ayude a ir entendiendo de a poco las cosas, hasta que algún día nos ilumine toda la verdad en plenitud.



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