« Única entre las mujeres, María es al mismo tiempo madre y virgen
en cuerpo y espíritu. María es madre en espíritu, pero no podemos decir que
ella es madre en espíritu de nuestro salvador ya que ella misma nació de él,
como todos los que creen en Él. Y todos los que creen en Él merecen ser
llamados hijos del Esposo. María es nuestra Madre en espíritu, nosotros somos
sus hijos ya que ella coopera por su caridad con el nacimiento de los fieles en
la Iglesia, es decir con el nacimiento de los miembros de ese Jefe.
En su cuerpo, Ella es madre de nuestro Jefe. Era necesario que
nuestro Jefe, por un signo milagroso, naciera de la carne de una virgen, para
indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu, de la Iglesia virgen. »
Así María es en cuerpo y espíritu madre y virgen: Madre de Cristo y
Virgen de Cristo. San Agustín no tenía una visión tan clara de la maternidad
divina; pero el sentido de este pasaje es muy justo: María, tuvo como
todos los humanos, necesidad de ser salvada y engendrada por la gracia de su
Hijo.
Su privilegio de concepción inmaculada es un efecto anticipado de
la Cruz. Ella es dos veces “hija de su Hijo” como creatura y como inmaculada
Tomado de De sancta virginitate, San Agustín (354-430), VI. P.L., 40, col. 399.
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