Todo te ofrezco, Señor
Sí, todo te ofrezco, Señor,
todo cuanto hay en mí:
las alegrías de mi alma,
las agonías sin fin.
Todo te ofrezco, Señor:
mis trabajos, mis pesares,
las notas de los cantares
que a (sic) continuo elevo a Tí.
Todo cuanto hay en mí,
todo te ofrezco, Señor,
para que sea de mí
lo que te plazca, mi Dios.
Toda entera y sin reserva,
haz que me llegue a subir,
para estar contigo siempre,
aunque me cueste “morir”.
todo cuanto hay en mí:
las alegrías de mi alma,
las agonías sin fin.
Todo te ofrezco, Señor:
mis trabajos, mis pesares,
las notas de los cantares
que a (sic) continuo elevo a Tí.
Todo cuanto hay en mí,
todo te ofrezco, Señor,
para que sea de mí
lo que te plazca, mi Dios.
Toda entera y sin reserva,
haz que me llegue a subir,
para estar contigo siempre,
aunque me cueste “morir”.
Amén.
POESIA DE CHIQUITUNGA
Junto al Sagrario
Allí en el silencio del Sagrario
quisiera desnudar mi pobre alma,
bañarme con dolores de Calvario,
sufrir como Jesús, amar como Él nos ama.
Dejarme arrastrar por la corriente
de pura y limpia brisa perfumada
de incienso, y elevarme sin demora
al fondo mismo que en Jesús se halla.
Ya junto a su estrado regio,
confundida entre el lodo y la miseria,
contarle todas las penurias mías,
pedir perdón por mi inhumana vida,
dejarle ante sus pies mis oraciones,
dejarle entre sus manos mis trabajos,
dejar que sólo Él dirija el paso.
De mis acciones y de toda mi persona;
contarle en confidencia muchas cosas;
hablar, hablar con Él como a un amigo,
decirle que lo quiero, que lo amo,
y en premio de mi amor, Él me perdone.
La Hostia elevada..., con nívea transparencia,
con resplandor divino irradia en el altar;
yo quiero que mi vida, trocadas las substancias,
cual Hostia consagrada, tras sí deje un camino
de intensa claridad.
Yo quiero en sacrificio, cual víctima inmolada,
mi vida se consuma en santa Caridad.
¡Señor!, por la Hostia pura, el Pan de Vida Eterna
y el Cáliz de la Sangre de nuestra Redención,
concede a los que unidos así te suplicamos.
Perdón de nuestras culpas y Eterna Salvación.
¡Señor mío y Dios mío!
Oración
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te complaces haciendo tu morada en el corazón de los hombres; te damos gracias por haber hermoseado a la Venerable María Felicia con el fuego de tu amor, impulsándola a gastar su juventud en el apostolado laical y en la inmolación en la vida contemplativa. Te alabamos y bendecimos, porque, con su ejemplar figura, nos manifiestas tu bondad de Padre y Amigo, y las ilimitadas exigencias del verdadero amor. Te rogamos nos concedas por su intercesión, la gracia que ahora te suplicamos, si es para tu mayor gloria y bien de las almas. Amén.
María Felicia, familiarmente “Chiquitunga”, nació en la familia Guggiari
Echeverría en Villarrica, Paraguay, el 12 de enero de 1925. Murió el 28
de abril del 1959 en tanto que su proceso de
beatificación inició el 13 de diciembre de 1997 y tras doce años, el
Papa Benedicto XVI firma el decreto donde se la declarara Venerable,
paso previo a la Beatificación.
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