Los
sufrimientos de María, cuando perdió a Jesús durante tres días,
superaron no sólo el poder, sino también los derechos del silencio.
Arrastraron la naturaleza de María hasta los límites últimos de su
capacidad de sufrimiento (...). Le obligaron a hacer lo que era
proporcional a su violencia, es decir, a buscar el último refugio de la
criatura abriendo completamente su corazón al Creador.
La perfección de nuestro Señor, en su naturaleza humana, alcanzó su punto más alto en una palabra. Su silencio era probablemente una perfección adorable, pero había algo más sublime en este grito que salió de sus labios: ¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Fue entonces cuando su Pasión llegó a los últimos límites de su humanidad.
Así, nuestra querida Madre tuvo su pasión al final de la infancia de Jesús, y su compasión al mismo tiempo que la Pasión de Nuestro Señor (…).
La perfección de nuestro Señor, en su naturaleza humana, alcanzó su punto más alto en una palabra. Su silencio era probablemente una perfección adorable, pero había algo más sublime en este grito que salió de sus labios: ¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Fue entonces cuando su Pasión llegó a los últimos límites de su humanidad.
Así, nuestra querida Madre tuvo su pasión al final de la infancia de Jesús, y su compasión al mismo tiempo que la Pasión de Nuestro Señor (…).
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