Virgen
de la Esperanza, bajo tu advocación se esconde ese hilo de vida que
sostiene al corazón y esa mano tendida, que hace que el alma no pierda
de vista el Cielo.
Si ambos, corazón y alma, en algún momento
sintieran que no hay salida, que la vida los castiga, que el horizonte
queda muy lejano, inaccesible, si llegara esa hora de la noche oscura,
siempre encontrarán, cuando nada se espera, el auxilio de tu mirada, de
tu presencia, esa luz, que eres tú, como bálsamo de penas y divino
alivio.
Pero si todo ello no bastara para quien tanto sufriera,
contemplaremos tu vientre, Virgen María, en el que se produce la bendita
espera de quien se convierte en la Esperanza plena.
Y alma y corazón
proclamarán ese “ooooooooooooohhh” de admiración al ver cómo tú, María,
te conviertes en imagen y portadora de esa Esperanza por la que, alma y
corazón, suspiran.
Virgen de la Esperanza, rogad por nosotros.
Abel De Miguel Sáenz
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