¡María, cuánto tengo que aprender de ti para ser paciente y confiado! ¡Concédeme la gracia de vivir como tú, con paciencia ante los acontecimientos de la vida, procediendo lentamente, yendo más despacio, orando en silencio para avivar mi paz interior, para escuchar antes de actuar, para cuestionarme con serenidad las preguntas de la vida sin obligarle a Dios a responder de inmediato, para esperar que Él me revele sus deseos, para no adelantarme a los planes de Dios, para querer más al prójimo, para soportar con amor las dificultades y los contratiempos! ¡Concédeme, María, la gracia de vivir como tú la paciencia esperando sin alterarme, sin revelarme, sin enfadarme! ¡Concédeme, María, la gracia de tener como tú más vida interior para que mi alma desarrolle la virtud de la paciencia que tan olvidada tengo! ¡Concédeme, María, la gracia de tener paciencia interior con los que me rodean para hacer como hiciste tú en el camino a Belén, alentando y tratando amorosamente a José, sobrellevando junto con él las vicisitudes de este peregrinar, encomendando a Dios sus preocupaciones y desfallecimientos! ¡Concédeme la gracia, María, de tener paciencia conmigo mismo para afrontar las luchas de mi propia vida con alegría y en la espera de que se haga siempre la voluntad de Dios! ¡Pero sobre todo, María, ayúdame a tener mucha paciencia para con todo para fijar siempre mi mirada a Dios como hiciste Tú, y en Él y por Él ponerme al servicio de los demás! ¡Todo tuyo, María, siempre tuyo! ¡Y cuando me falta la paciencia, tómame de la mano y serena mi corazón!
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