El relato de la Anunciación pone en el centro de nuestra mirada la figura de la Madre, que encarna como nadie la esperanza cristiana en este tiempo de Adviento.
Dios nos supera y nos sorprende en la grandeza de su Madre, concebida sin pecado. También ella se vio sorprendida por el anuncio del ángel en su casa de Nazaret. Pero su respuesta es luz y estímulo para la nuestra. Ella responde con un Sí incondicional a la voluntad del Altísimo, al deseo eterno de Dios de hacerse uno de nosotros para nuestra redención. Aquel Sí de la Inmaculada hace presente al Salvador del mundo. María acoge y engendra a Cristo para entregarlo al mundo, cumpliendo plenamente su vocación y misión.
Nos dice el Papa Francisco, en la oración final de su reciente Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro Sí ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús».
La devoción a María consiste en imitarla en su vocación y misión: acoger en nuestro corazón y en nuestras vidas a Cristo, por la acción del Espíritu Santo, y entregarlo a los demás. Les anunciamos la Buena Noticia de su presencia entre nosotros, a través del testimonio, de la oración, de la fe compartida, de la esperanza expectante, de la ayuda misericordiosa y de la alegría del Evangelio que puede llenar el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Santa María, en el misterio de su Inmaculada Concepción, nos llama también a vencer el pecado, el mal y la muerte. Ella nos enseña a abandonarnos en las manos de Dios, y es entonces, y sólo entonces, cuando encontramos la auténtica libertad. Ésa es la ruta que nos marca la Virgen Inmaculada: estar totalmente en Dios, para situarse con cercanía solicita junto a toda la Humanidad.
Oremos.
Dios nuestro, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen María preparaste una digna morada para tu Hijo y, en previsión de la muerte redentora de Cristo, la preservaste de toda mancha de pecado, concédenos que, por su intercesión, nosotros también, purificados de todas nuestras culpas, lleguemos hasta ti.
Amén
Este 8 de diciembre conmemoramos el Día de la Virgen de los Milagros de Caacupé, la madre y patrona de los paraguayos.
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