San José, hoy como tú, quiero hacer un alto en el camino para contemplar y escuchar la voz que exclama: «Quítate tu vestido de luto y vístete con el esplendor de la gloria de Dios»! ¡Y quiero celebrar este mensaje! ¡Quiero que en este adviento, mi corazón se llene de tu Hijo Jesús, para que rebose siempre de alegría y de esperanza! ¡No quiero que la amargura me invada por mis aparentes fracasos, mis múltiples caídas, mis aventuras sin éxito, mis frutos no recogidos, mis objetivos no superados, por mis renuncias dolorosas, por los encuentros fallidos, mis sueños inalcanzados, por las esperanzas infundadas, por los días y los años desaprovechados! ¡Ayúdame San José, a ser un apóstol de la alegría, para celebrar cada día la alegría de vivir, de convertir mi vida en un desafío. Jamás permitas San José, que sea una persona triste, ni amargada. Quiero creer verdaderamente en el poder de Jesucristo, en su poder sanador y en la fuerza de su amor y misericordia. Espíritu de Dios, derrama sobre mi el don de la alegria cristiana, para vivificar mi fe y convertirme en una persona llena de esperanza.
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