"La Virgen florecía.
Lo supo Dios que la ensombró,
y sólo a ti en sueños desveló.
¡Qué vida desde aquel día!
¡José!
Tu nombre en su voz,
¡cuán tierno y nuevo le sonó!
Por eso tú no has
hablado jamás.
Cerrado tu lirio junto al suyo,
en el más dulce olvido,
perfumado por Dios quedó sumergido
hasta el momento preciso,
en que a tus ojos pasmados
abrió en una gruta el paraíso.
Por eso tú no has
hablado jamás.
Dese aquella hora ¡qué vida en ti!
¡Qué paz, qué armonía
en tu casa con Jesús y María!
¡La Trinidad viviente en los Tres!
¡Y un solo Amor
en el Verbo hecho carne y corazón!"
El Evangelio de san José (Román Llamas Martínez).
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