EvDH:"Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre".
El
dato de que Jesús estuviera lleno del Espíritu Santo, y que fuera el
mismo Espíritu, Quien lo conduce al desierto, es más que sobresaliente.
Es lo que hace la diferencia, pues nada se improvisa, aquí todo
simboliza y da un nuevo significado a nuestra Fe.
El Pueblo de Dios pasó por el Desierto, Jesús acepta, guiado por el Espírito, también pasar por ahí.
Nos entiende, nos acompaña, y nos enseña a pasarlo.
Del desierto se puede decir mucho y más, quedémonos con que se trata de un lugar en el que más que hacer, se trata de SER.
Es
la invitación de estos días de Cuaresma, buscarlo y por lo mismo
encontrarnos en el proceso. Descubrir nuestra voz interior que es la que
Dios usa para clamar en nuestro desierto.
Hoy, digámosle, con
nuestra debilidad y confianza al Espíritu Santo que Él nos lleve a donde
mejor le parezca, al desierto que Él elija, en donde nos enamorará de
nuevo y nos purificará con Su Amor.
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