“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” ¡Oh misericordia inefable de Dios! No sólo nos da un modelo de oración e instituye la regla de vida para que seamos gratos a sus ojos. No sólo saca las raíces de la cólera y la tristeza, con las palabras mismas que nos enseña y con las que nos pide de rezar continuamente. Más todavía. En la misma oración nos ofrece la ocasión y la facilidad para provocarlo a tener con nosotros un juicio indulgente y misericordioso. Nos da, en cierta forma, el poder de atenuar nosotros mismos nuestra sentencia y de obligarlo al perdón con el ejemplo de nuestra propia indulgencia, cuando decimos: “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos…”.
Con la fuerza de esta oración, pediremos el perdón de nuestras faltas con seguridad, mostrándonos suaves con los deudores.(…) Si queremos ser juzgados con misericordia, seamos misericordiosos con los que han cometido faltas contra nosotros. Nos será perdonado en la medida que perdonamos a los que nos hicieron mal, cualquier haya sido su maldad. Muchos tiemblan ante este pensamiento y cuando en la iglesia, el pueblo recite el Pater, no dicen estas palabras por el temor de condenarse ellos mismos. No perciben que son vanas sutilidades y tratan vanamente de esconderlas a los ojos del Soberano Juez. Él quiso mostrar a quienes le rezan, la forma cómo él juzga. No quiere que lo encontremos severo e inexorable. Por eso nos marcó la regla de sus juicios, para que juzguemos a nuestros hermanos si ellos cometieron una falta con nosotros, como deseamos ser juzgados por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma