Oh Amor Eterno, deseo que Te conozcan todas las almas que has creado.
Desearía hacerme sacerdote, para hablar incesantemente de Tu misericordia a las almas pecadoras, hundidas en la desesperación. Desearía ser misionero y llevar la luz de la fe a los países salvajes para darte a conocer a las almas y morir en el martirio, sacrificada por ellas como Tu has muerto por mi y por ellas. Oh Jesús, sé perfectamente que puedo ser sacerdote, misionero y predicador, puedo morir en el martirio anonadándome totalmente y negándome a mi misma por el amor hacia Ti, Jesús, y hacia las almas inmortales. (…)
Oh Jesús mío, mi única esperanza, Te agradezco este gran libro que has abierto delante de los ojos de mi alma. Este gran libro es Tu Pasión afrontada por amor hacia mí. De este libro he aprendido cómo amar a Dios y a las almas. En él están encerrados inagotables tesoros para nosotros. Oh Jesús, que pocas son las almas que Te entienden en Tu martirio de amor. Oh, que grande es el fuego del amor purísimo que arde en Tu Sacratísimo Corazón. Feliz el alma que ha entendido el amor del Corazón de Jesús.
Mi mayor deseo es que las almas Te conozcan, que sepan que eres su eterna felicidad, que crean en Tu bondad y que alaben Tu infinita misericordia.
Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Diario, nº 302, 304, 305 (Editorial Padres Marianos; 4ª edic. autorizada Stockbridge, Massachussets 2001; p. 92-93)
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