José pertenece a ambos Testamentos: es el último de los Patriarcas del Antiguo y el primero de los santos del Nuevo.
Cuando consideramos las cuarenta generaciones enumeradas en la genealogía de José, constatamos que cubren dos mil años de historia.
Se ha dicho que todo lo que hay de gloria, de virtud, de fe y de piedad en el pueblo de Israel viene a concentrarse en Cristo.
Pero sería más exacto decir que si los antepasados de José llevan en efecto el sello de una elección divina, siguen no obstante siendo plenamente humanos.
No todo fue glorioso en esa ascendencia patricia. Hay reyes y pastores, guerreros y poetas, constructores y nómadas. Hay nombres ilustres y nombres oscuros. Hay santos, pero hay también pecadores.
Por otra parte, Dios, al venir a este mundo, escogió como padre un heredero de diecinueve reyes, para que éstos aprendieran que son depositarios de una gran responsabilidad.
Este descendiente de reyes que nunca pensó en hacer gala de su noble origen, vivió en la pobreza para dar a entender al mundo que en el reino de los cielos la pobreza es la primera de las noblezas, y que se convierte, cuando se la acepta sin reticencias, en medio seguro de participar de las riquezas divinas.
Adaptado del Libro “Treinta visitas al silencioso San José.”
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