"María, Madre de la Misericordia,
tu hogar que ha sido pobre y modesto.
Rico en la cultura del esfuerzo y del trabajo,
humilde en los valores, principios y virtudes.
Tú que en tu santa inocencia dijiste "Sí"
a los brazos de Dios y por tu amor maternal
nos trajiste sin dudar la Salvación.
Mira con ternura al que no tiene su pan cotidiano,
al que tiene hambre y sed de justicia,
al que pasa frío sin tener una mano amiga
que lo sostenga con el calor de la empatía.
Sostiene al que sufre por la sed de trabajo,
al que padece en la angustia de la enfermedad,
al que elige malos caminos por necesidad.
Ayuda al que llora por el hambre de simpatía,
a ese joven que no tiene el calor del hogar,
al huérfano que carece de tierno afecto,
al anciano que gime en silencio su soledad,
a la abuela que tiene hambre de compañía,
al que lucha por salir de la miseria,
al que debe aprender el valor de la voluntad.
Conforta a la madre que ve morir a sus hijos,
al que por desesperanza cae en la adicción,
al que por no tener guía, languidece en prisión.
Así como elegiste a Bernardita, Pura Concepción,
como abrazaste a Juan Diego en la más dulce compasión,
como quisiste a los pastorcitos en tu Inmaculado Corazón.
Así como tomaste a la María Magdalena como hija,
en la tristeza de su desesperación,
así como comprendiste a Pedro,
esclavizado por la inseguridad de la negación.
Así como perdonaste a Judas en el doloroso acto de su traición.
Así como viste en Juan, al hijo que Jesús te dejó,
Así como consolaste a aquellas amigas tuyas que por amor
lloraban la muerte del Divino Salvador.
Así como acompañaste a los apóstoles en los duros momentos
de la misión.
tu hogar que ha sido pobre y modesto.
Rico en la cultura del esfuerzo y del trabajo,
humilde en los valores, principios y virtudes.
Tú que en tu santa inocencia dijiste "Sí"
a los brazos de Dios y por tu amor maternal
nos trajiste sin dudar la Salvación.
Mira con ternura al que no tiene su pan cotidiano,
al que tiene hambre y sed de justicia,
al que pasa frío sin tener una mano amiga
que lo sostenga con el calor de la empatía.
Sostiene al que sufre por la sed de trabajo,
al que padece en la angustia de la enfermedad,
al que elige malos caminos por necesidad.
Ayuda al que llora por el hambre de simpatía,
a ese joven que no tiene el calor del hogar,
al huérfano que carece de tierno afecto,
al anciano que gime en silencio su soledad,
a la abuela que tiene hambre de compañía,
al que lucha por salir de la miseria,
al que debe aprender el valor de la voluntad.
Conforta a la madre que ve morir a sus hijos,
al que por desesperanza cae en la adicción,
al que por no tener guía, languidece en prisión.
Así como elegiste a Bernardita, Pura Concepción,
como abrazaste a Juan Diego en la más dulce compasión,
como quisiste a los pastorcitos en tu Inmaculado Corazón.
Así como tomaste a la María Magdalena como hija,
en la tristeza de su desesperación,
así como comprendiste a Pedro,
esclavizado por la inseguridad de la negación.
Así como perdonaste a Judas en el doloroso acto de su traición.
Así como viste en Juan, al hijo que Jesús te dejó,
Así como consolaste a aquellas amigas tuyas que por amor
lloraban la muerte del Divino Salvador.
Así como acompañaste a los apóstoles en los duros momentos
de la misión.
Muéstranos con generosidad a tu Hijo, el Celestial Redentor.
Sé la luz de la Iglesia en la tarea de construir la paz y la generosidad.
Ayúdanos a mirar en todos a Jesús, la Vida, el Camino y la Verdad, que nunca le neguemos el cariño al que padece en necesidad, que nadie quede desilusionado del consuelo del Divino Creador.
Enséñanos a ser puentes y no muros,
a ser compañeros y no desconocidos,
a ser amigos y no enemigos,
a pedir perdón y a ser perdonados.
Madre de Nazaret, tú que nunca le negaste un abrazo al enfermo, el pan al hambriento, el agua al sediento, la caricia al abandonado. Ayúdanos a contemplar con los ojos de Nuestro Señor, Ampáranos con tus manos enaltecidas de tu piadosa Maternidad.
Virgen Bendita, que siempre seamos la luz de Cristo en la oscuridad y que siempre aprendamos a obedecer las palabras del "Emmanuel" que nunca se nos olvide que lo que hagamos con los más pequeños de sus hermanos se lo hicimos siempre a Él".
Amén.
Sé la luz de la Iglesia en la tarea de construir la paz y la generosidad.
Ayúdanos a mirar en todos a Jesús, la Vida, el Camino y la Verdad, que nunca le neguemos el cariño al que padece en necesidad, que nadie quede desilusionado del consuelo del Divino Creador.
Enséñanos a ser puentes y no muros,
a ser compañeros y no desconocidos,
a ser amigos y no enemigos,
a pedir perdón y a ser perdonados.
Madre de Nazaret, tú que nunca le negaste un abrazo al enfermo, el pan al hambriento, el agua al sediento, la caricia al abandonado. Ayúdanos a contemplar con los ojos de Nuestro Señor, Ampáranos con tus manos enaltecidas de tu piadosa Maternidad.
Virgen Bendita, que siempre seamos la luz de Cristo en la oscuridad y que siempre aprendamos a obedecer las palabras del "Emmanuel" que nunca se nos olvide que lo que hagamos con los más pequeños de sus hermanos se lo hicimos siempre a Él".
Amén.
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