¡Oh virginal doncella
de tu nombre purísimo, María,
cuando la blanca estrella
renace con el día,
las aves cantarán la letanía!
Cumpliendo la promesa
resplandeció tu integridad suave,
y todo el cielo pesa,
con indulgencia grave,
sobre la fiel salutación del "Ave".
Si en tu virtud sencilla
la Trinidad perfecta se gozaba,
hincando la rodilla
el arcángel mostraba
la gracia del Amor que le enviaba.
Tú, Virgen florecida,
diste el milagro de tu aroma al viento,
y el aura agradecida
que recogió tu acento
vistió de alegre luz el aposento.
Sube el arcángel alto
restaurando la paz amanecida,
y al tierno sobresalto
de su alada subida
te llamarán los siglos escogida.
Amén.
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