Jesús ama a los hombres.
Una gran y consoladora verdad es saber y tener
bien firme que Jesús ama a los hombres, los ama infinitamente, nos ama a cada
uno de nosotros con un amor infinito.
No hay nada que ayude más para el avance en la
vida espiritual, en el camino hacia la santidad, que el saberse amado por
Jesús, que el saberse amado por Dios. Y nosotros debemos sentirnos así, porque
esta es la realidad: somos amados infinitamente por Jesús, Dios y Hombre
verdadero.
El conocimiento de esto nos debe llevar a la
confianza en Jesús, a la total confianza en su bondad infinita, porque Él no ha
venido al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo, y a nosotros nos
quiere salvar.
Entonces, por más grandes y numerosos que sean
nuestros pecados, no podemos dudar de que Jesús nos ama y quiere perdonarnos y
redimirnos, es decir, rescatarnos de las manos de Satanás que, por el pecado,
nos tiene como aprisionados y esclavizados.
Porque Jesús ha venido a la tierra especialmente
a redimirnos, es decir, a liberarnos del Maligno que tenía a toda la humanidad
bajo su poder.
No hay que pecar, jamás, porque sería lastimar
el adorable Corazón de Jesús. Pero sepamos que si por debilidad caemos en
pecado, Jesús está pronto para perdonarnos y devolvernos al estado original,
incluso con más gracias. Porque Jesús es feliz cuando puede decir a un pecador:
“Yo te perdono, vete y no peques más”. Y esto lo dice a través del sacerdote,
en la confesión, que debemos hacer frecuentemente aunque no tengamos pecados graves,
porque allí encontraremos a Jesús, que por amor derramará su sangre sobre
nosotros a través del ministro.
¿Estamos convencidos de que Jesús nos ama? ¿De
que todo lo que quiere o permite en nuestra vida es por amor a nosotros? Si
estamos seguros de esto, entonces vamos por buen camino y Cristo derramará su
amor como un río en nuestro corazón y así seremos felices ya desde este mundo,
a pesar de las pruebas y tentaciones.
¡Alabado sea Jesucristo!
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