Gran san Miguel, que has sido encargado por Dios de conducir
al Cielo a las almas de los elegidos:
Te pido por todos aquellos
que he amado y que ya no están.
Dígnate visitar a esas almas,
asistirlas y socorrerlas en medio de las llamas en que arden,
en la oscura prisión donde lloran.
Haz que Dios las admita
lo más pronto posible en su banquete celestial,
en ese maravilloso lugar
de luz y de paz.
Y cuando llegue, para mi alma,
la hora de descender a esa estadía oscura, te imploro que
intercedas por ella y ¡vengas a socorrerla!
Amén
Amén

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