Tú haces florecer el desierto y transformas la sequedad del corazón en gozo y esperanza. Hoy quiero creer que también mi vida, aun en lo que parece estéril, puede dar fruto por tu gracia.
Dios mío,
fortalece mis manos cansadas y afirma mis rodillas vacilantes.
Cuando el miedo o la incertidumbre me visiten, haz resonar en mi interior tu palabra:
«Ánimo, no temas; Yo vengo a salvarte».
Abre mis ojos para reconocer tu acción,
abre mis oídos para escuchar tu voz,
endereza mis pasos cuando cojee en la fe
y pon en mis labios un canto nuevo de alabanza.
Que camine este día sostenido por la certeza de tu promesa,
acompañado por el gozo y la dicha que vienen de Ti,
sabiendo que en tus manos la pena no tiene la última palabra.
Amén.
FE y más FE.

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