El principio del camino que tiene por final la completa locura por
Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima.
–¿Quieres amar a la Virgen? –Pues, ¡trátala! ¿Cómo? –Rezando bien
el Rosario de nuestra Señora.
Pero, en el Rosario... ¡decimos siempre lo mismo! –¿Siempre lo
mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá
monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre,
emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios? –Además,
mira: antes de cada decena, se indica el misterio que se va a contemplar –Tú...
¿has contemplado alguna vez estos misterios?
Hazte pequeño. Ven conmigo y –este es el nervio de mi confidencia–
viviremos la vida de Jesús, María y José.
Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de
familia. Veremos crecer al Mesías. Admiraremos sus treinta años de oscuridad...
Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su
Resurrección... En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor
que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús. (Santo
Rosario, Introducción).
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