La Misa es el mismo Sacrificio que Jesús cumplió en el
monte Calvario, que se renueva misteriosamente y de modo incruento, es decir,
sin derramamiento de sangre, cada vez que se celebra por el sacerdote, que
durante la consagración es el mismo Cristo que se hace presente para convertir
el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre.
Hay que estar atentos porque últimamente hay una
corriente dentro de la misma Iglesia Católica, que tiende a minimizar o anular
el valor de sacrificio y a dar más importancia al valor de la Cena del
Señor.
Decimos que hay que estar atentos porque justamente
esto es lo que hará el Anticristo, ya que acogiendo la doctrina protestante se
dirá que la Misa no es un sacrificio sino solo la sagrada cena, y así se dejará
de celebrar la Santa Misa, y esto durará unos tres años y medio, que es el
tiempo en el que Impío gobernará el mundo.
A juzgar por cómo van las cosas, pareciera que no
estamos lejos de estos acontecimientos, porque la desacralización ha entrado en
el santo templo de Dios, y muchas Misas se celebran a las apuradas y con poca o
nada devoción y atención, ya sea por los sacerdotes celebrantes, como por los
fieles.
Recordemos que la Misa es el Calvario, y cada vez que
asistimos a ella, estamos presentes al drama del Gólgota y consolamos a Jesús
que vuelve a morir abandonado de los hombres y consolado solo por un puñado de
mujeres, su Madre, Juan, los pastores y algunos pocos más, y entre ellos
estamos también nosotros que participamos de la Misa.
Por eso el que no va a Misa al menos el día domingo,
día en que Jesús resucitó, comete un pecado grave porque falta al amor, ya que
desprecia y deja solo a Jesús en la crucifixión y muerte que es la Santa Misa.
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